domingo, 28 de febrero de 2010

Apuntes Economia 2º de Bachillerato PAU 2009-2010


Economia- Todos los apuntes para la Prueba de acceso a la universidad gratis!!!


Aquí muestro todos los apuntes de economía de 2º de Bachillerato para la PAU 2009-2010 constan de lo siguiente:









  1. La empresa
  2. Organizacion de la empresa
  3. Área de financiacion e inversion
  4. Direccion
  5. El mercado
  6. La eficiencia
  7. Produccion
  8. Retos actuales de la empresa
  9. Conceptos y problemas
Link de descarga: http://www.megaupload.com/?d=LC6VJ8ON
Contraseña para descomprimir: auladebachillerato

13.3. Transformaciones culturales. Cambio en las mentalidades. La educación y la prensa

La Restauración fue una época peculiar en la historia de España. «Una época –en palabras de
José Luis Comellas- que unos califican de ramplona y otros de encantadora; feliz y despreocupada,
con un cierto aire dorado de apacible remanso –cuántas veces se ha hablado del “remanso de la Restauración”-,
en estridente contrate con las épocas que precedieron y que siguieron». Un periodo de
estabilidad social y de bonanza económica desconocido en el siglo XIX. El tipismo domina el paisaje
social; las muestras de gusto popular alcanzan a todas las clases sociales y los espectáculos populares,
los toros y la zarzuela, son seguidos por toda clase de espectadores.
No obstante su carácter festivo y popular, la Restauración no fue una época igualitaria. La sociedad
española seguía mostrando profundas diferencias socioeconómicas que se agrandaban al paso
de la Revolución Industrial y del auge urbano. La estructura impositiva que determinaba el pago
del impuesto directo personal (las cédulas) señalaba un amplio espectro de situaciones, alcanzado
una clasificación en once escalones. Sin embargo, esta dispar situación fiscal puede agruparse en una
estructura ternaria tradicional en cuanto a la clasificación social: las clases alta, media y popular. En
lo más alto de la pirámide se encontraba unas 120.000 personas (aproximadamente el 1% de la población
censada en 1890), cuyos ingresos superaban las 1.250 pesetas anuales, rebasando 25.000 de ellas
las 3.500 pesetas que suponían el máximo de la escala fiscal. Este primer conjunto agrupaba las primeras
8 categorías fiscales.
Las clases medias –categorías 9ª y 10ª de la escala fiscal, con ingresos entre las 750 y 2.500 pesetas
anuales- representaban un 17,7% del conjunto de la población.
Las clases populares ocupaban la última categoría fiscal, agrupando a jornaleros, sirvientes y
asimilados. Constituían el 70% del conjunto de los contribuyentes y aproximadamente correspondía
al 40% de la población.
Fuera de la escala impositiva quedaba un 41,5% de la población mayor de 14 años. Este grupo
social marca no sólo el límite de la miseria, sino sobre todo el grado de integración en la estructura
política, pues las cédulas fiscales son antes identificadores del control gubernativo más que del fiscal.
La distribución geográfica de las distintas categorías de cédulas permite conocer algo más la estructura
social española: la mayor parte de las cédulas de categoría superior se agrupan en sólo cinco
ciudades (Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia y Cádiz), con un 57% de los privilegiados. De igual
modo, la presencia de poseedores de cédulas marca una división norte-sur en España, pues es abrumador
el predominio de las tierras meridionales de personas ajenas al sistema fiscal.
El ennoblecimiento fue otro de los signos de los tiempos. Numerosas personas, vinculadas a los
escalones más elevados de la escala social, acceden al título nobiliario como manifestación de agradecimiento
de la Corona por los servicios prestados. Un ennoblecimiento que lleva aparejados beneficios
políticos, pues es vía indirecta de acceso al Senado (donde los Grandes de España tienen
derecho a escaño), así como es adorno preferente a la hora de ocupar cargos diplomáticos, altas jefaturas
militares o cátedras universitarias.
Además del título nobiliario, la pertenencia al clero o a la milicia –como oficial- sitúa a estas personas
en una posición de preponderancia social. Otro tanto ocurre con los títulos universitarios,
muy minoritarios y que otorgan un inmediato prestigio social, sobre todo las licenciaturas en Derecho,
Medicina, Arquitectura o Ingeniería, en ese orden. Por último, profesionales liberales y funcionarios
del Estado van logrando progresivamente un mayor grado de reconocimiento social.
Tres grandes corrientes intelectuales dominarán el paisaje ideológico de la Restauración: el
krausismo, el positivismo y el neotomismo. Las dos primeras tienden a acercarse en sus posiciones,
toda vez que el idealismo krausista que dominó el periodo revolucionario del Sexenio dará pasó a
una concepción más realista que abarca desde la política a la educación. El positivismo y el krausismo
se fundirán en lo que algunos autores han denominado krausopositivismo y que se plasmará claramente
en el pensamiento de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza.
Frente al espíritu positivista, impulsado por los grandes debates científicos del fin de siglo, animado
especialmente por el influjo del evolucionismo, se alzará el pensamiento católico. Un pensamiento
no homogéneo, que bascula entre posiciones tradicionales y el neotomismo. Figura señera
de esta concepción será Menéndez Pelayo, antagonista decidido de la crítica krausista a la imposibilidad
de la ciencia española bajo los presupuestos tradicionales. Las posturas católicas tampoco son
homogéneas frente al empuje del evolucionismo, basculando desde la crítica cerrada, sin atender al
detalle científico, hasta los intentos de conciliación de las posiciones eclesiásticas con los presupuestos
darvinistas; en una posición intermedia se sitúan quienes desde posiciones católicas cultas, rechazan
de manera argumentada las tesis de Darwin y sus seguidores. Entre estos últimos autores
podemos destacar la crítica que del evolucionismo hace la condesa de Pardo Bazán desde las páginas
de la Ciencia Cristiana.
Sin embargo, no todo son discrepancias en el panorama intelectual de la Restauración. Más allá
de las disputas entre krausistas y católicos, el profesor Gil Cremades ha destacado la profunda convergencia
existente en el terreno de la filosofía del Derecho y sus derivaciones políticas, siendo el organicismo
el denominador común entre las concepciones krausistas, historicistas o neotomistas. Sería
esta compartida convicción sobre el carácter orgánico del cuerpo social la que ayudaría a explicar

la buena salud del sistema político. Esta postura común se hallaría detrás de la progresiva tendencia
a impulsar un Estado protector que se manifiesta en la última década del siglo XIX.
Por lo que respecta a la educación, la Restauración verá algunos de los más decididos intentos
por transformar la concepción de la misma en España. El marco general continuará siendo la Ley
Moyano de 1857. El principio de Libertad de Cátedra, así como la defensa de la libre iniciativa de
creación de centros que marcó la obra del Sexenio, lo heredará de manera desigual el régimen de
1876. Si bien la defensa de la libertad de creación de centros continuará –y al amparo de ella se fundará
la Institución Libre de Enseñanza en 1876-, la libertad de cátedra se verá cuestionada por el decreto
Orovio, que cuestionaba la ortodoxia moral y los contenidos de la enseñanza universitaria. La
segunda cuestión universitaria dominará la política universitaria hasta mediados de la década de los
ochenta.
Sin embargo, la Universidad española de finales del siglo XIX se halla estancada, y aunque satisface
cómodamente las exigencias sociales y políticas del periodo no es, de ningún modo, una institución
de investigación.
Más allá de la formación universitaria, la escuela española del periodo finisecular va a verse impulsada
al calor de la disputa entre católicos y krausistas. Según Cossío, en 1885 apenas el 50% de los
niños españoles recibían algún tipo de formación escolar (59% de los niños y 48% de las niñas). La
escuela se convertirá en una preocupación fundamental sobre todo a partir del ministerio de Albareda
en Fomento (1881-1882), que recogerá buena parte de las demandas del Congreso Pedagógico.
Por su parte, tanto los grupos interesados en reducir la influencia de la Iglesia en la sociedad española
como aquellos empeñados en sostenerla, disputarán agriamente por el control de la escuela.
Una escuela que depende de los ayuntamientos –lo que no garantizaba a los maestros una retribución
digna y segura (un maestro en Madrid alcanzaba las 2.500 pesetas anuales, pero había 20.000
maestros que no llegaban a las 1.000 pts. e, incluso 2.000 no alcanzaban las 250 pesetas)- y en el que
el peso del Estado es mayor que en la enseñanza secundaria. La Iglesia desempeñaba un papel secundario
en la enseñanza primaria pública (apenas 276 escuelas, que contrastan con las 687 de carácter
privado).
La defensa de la libertad de creación de centros, así como la escasez del número de Institutos
públicos, hará de los colegios de secundaria el meollo de la participación privada en la educación. La
Iglesia contaba con un elevado número de centros, pero también existían numerosos colegios seglares
o laicos que compartían con aquellos el carácter de colegiados (incorporados a un Instituto). Los
alumnos, que en 1876 se distribuían a mitades entre Institutos provinciales y colegios incorporados,
progresivamente se orientarán hacia estos últimos, superando en un 50% el número de alumnos de
los Institutos en 1900. Entre los centros no religiosos destaca, por su influencia en la política educativa
del siglo xx, la Institución Libre de Enseñanza, un elitista colegio fundado por algunos de los
profesores expulsados de la Universidad por el decreto Orovio, y que intentó poner en práctica una
enseñanza basada en los principios krausistas de su impulsor, Giner de los Ríos.
La enseñanza era cara (370 pts. costaba lograr el título de Bachiller en 1895), lo que ponía la enseñaza
secundaria sólo al alcance de la clase media (los obreros sólo disponían de la enseñanza primaria).
Únicamente los varones podían acceder al Instituto, pues hasta el curso 1910/1911 no empezó
a funcionar un Instituto femenino en Barcelona.
Fuera del ámbito reglado encontramos una amplia oferta de educación orientada hacia la clase
obrera y significada por su fuerte contenido ideológico. Ateneos republicanos, escuelas libertarias,
círculos católicos de obreros o escuelas en las casas del pueblo socialista, disputan encarnizadamente
por atraerse al pueblo a sus respectivos centros de instrucción, propaganda y recreo. Al amparo
de la ley de Asociaciones de 1887, y al margen de sus diferencias ideológicas, este tipo de instituciones
ofrecían un tipo de servicios semejantes: bibliotecas, salas de lecturas, exposición de periódicos,
veladas literarias, conferencias, comparten espacio con el café y los juegos, aspirando a convertirse
en un espacio de convivencia y de difusión cultural abierto a amplios sectores de la población.

13.2. Transformaciones sociales. Crecimiento demográfico. De la sociedad estamental a la sociedad de clases. Génesis y desarrollo del movimiento obrer

El rasgo más característico de la estructura social es la desaparición del poder económico de los
tradicionales grupos privilegiados del Antiguo Régimen que, además de sufrir la pérdida de sus privilegios
fiscales ven mermadas sus rentas por la finalización del mayorazgo, la desamortización de
los bienes eclesiásticos y la desaparición del diezmo en un momento en que, lentamente las nuevas
actividades industriales y de servicios llevan al primer plano a los industriales vascos y catalanes, a
los financieros periféricos y madrileño y a la burguesía terrateniente que se forma tras las desamortizaciones
y desvinculaciones.
La nobleza y la Iglesia siguen conservando, aún, cierto poder dado por su presencia en el Senado
y por el peso ejercido en las mentalidades con una burguesía que busca imitar a unos y servirse de los
otros hasta ir consolidando valores propios como la capacidad personal o la importancia de la vida
terrenal.
Los mayoritarios jornaleros, campesinos y urbanos, siguen viviendo en malas condiciones por lo
que, poco a poco, va a ir agrupándose en busca de remedio. Sus asociaciones son, todavía, incipientes
y, a menudo, solapadas con los problemas políticos aunque ya se vislumbran a fines del período
las corrientes de pensamiento obrero dominantes y poderosas en el s. XX.
El arranque del movimiento obrero en España
Según José María Jover, hasta 1873 es conveniente distinguir entre las actitudes espontáneas del
proletariado español y el influjo de las teorías extrapeninsulares.
En el primer caso, actitudes espontáneas, hay una tendencia a organizarse a pequeña o mediana
escala (municipio, provincia) siguiendo la tradición gremial. Como no parece raro Cataluña, en
concreto los trabajadores del textil algodonero, son los primeros en organizar una asociación para
mejorar sus salarios, apoyarse en los casos de problemas económicos e, incluso, reivindicar el propio
deseo de asociarse.
En general los primeros conflictos, casi preindustriales, se relacionan con la oposición a la entrada
de máquinas en lugar de obreros, es decir en la línea de los movimientos ludistas ingleses. El
primer disturbio se produce, sin embargo, en Alcoy a comienzos de los años 20 y son destacables la
quema de la fábrica Bonaplata en Barcelona, una fábrica muy mecanizada, y la primera huelga general
en la historia de España, verano de 1854, en contra de los nuevos telares mecánicos.
Al mismo tiempo se aprecia una simpatía por los partidos que apoyan sus peticiones: los liberales
progresistas, los demócratas y los republicanos que, a menudo, los utilizan como fuerza de choque
para disturbios fundamentalmente de tipo urbano: la revolución de 1868 concederá en reconocimiento
por ello el derecho de asociación y reunión que pasa, incluso, a figurar, en la propia Constitución
de 1869,
Por lo que respecta al campo también parece haber continuidad con otras épocas históricas: movimientos
esporádicos en el tiempo y generalmente aislados, especialmente en el Sur, relacionados
con épocas de hambre o abusos concretos de los propietarios territoriales. A veces estos motines
aparecen en zonas de Castilla donde consiguen alcanzar a ciudades con cierta importancia: motines
del pan en Valladolid y Medina de Rioseco en el año 1856.
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 24 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
En segundo lugar, el de las teorías extrapeninsulares, tenemos en principio la importación de la
doctrina de los socialistas utópicos como Fourier, que llevó a la creación de varios falansterios, organizaciones
autónomas agrarias donde se vivía en común, en Cádiz y Barcelona desde donde se
extenderían hacia Madrid defendidos por Fernando Garrido.
Las libertades de asociación y propaganda relacionadas con la revolución del 68 hicieron posible
una primera sección de la Internacional en septiembre de ese mismo año, sección que cristalizaría en
la FERE (Federación de la Región Española) en 1870 dependiente de la AIT (Asociación de Internacional
de Trabajadores) fundada en 1864.
En esta predominaba la ideología anarquista basada en Kropotkin y, sobre todo, Bakunin que, gracias
al trabajo del italiano Fanelli contaría con 40.000 afiliados en 1873, especialmente entre los
obreros del textil catalán y los jornaleros del campo andaluz. Su ideología se basaba en la destrucción
del estado y la negación de cualquier valor a la vía política por lo que ésta será en nuestro país, a
diferencia de Alemania o Gran Bretaña, muy débil.
Además una buena parte del movimiento obrero sigue apoyando al republicanismo en detrimento
de opciones más estrictamente obreristas. De hecho la conexión entre federalismo republicano y
bakuninismo es importante: populismo basado en contraposiciones bipolares: despotismo/libertad;
centralismo/federalismo; pobreza/opulencia. Además tienen en común el anticlericalismo, la condena
de la opresión y la defensa de la idea de progreso.
Paradójicamente no participarán significativamente en las elecciones republicanas del 33, ganadas
a pesar de todo por los republicano-federales de Pi i Margall (desaprovechando la oportunidad
de crear un vínculo real, además de los teóricos, entre clase obrera y republicanismo) y sí por contra
en el movimiento cantonalista lo que llevaría a su ilegalización tras el golpe de estado de Pavía.
Destacar finalmente como el trabajo del yerno de Marx, Paul Lafargue, permitió la creación de
un pequeño núcleo de aquella ideología en Madrid liderado por el tipógrafo Pablo Iglesias que se
iría separando progresivamente de la Internacional por su defensa de la vía política y su interés en
hacerse con el Estado. En 1872 en el congreso de Zaragoza serían expulsados de la Internacional y
no volverían a cobrar importancia hasta 1879 cuando fundan el primer partido obrerista del país, el
PSOE, en 1879.

13.1. Transformaciones económicas. Proceso de desamortización y cambios agrarios. Las peculiaridades de la incorporación de España a la revolución ind

Las desamortizaciones, es decir el paso de las tierras de “manos muertas” a otras privadas y, teóricamente
más activas, estructuradas tras los procesos de Mendizábal a partir de 1836 y de Madoz
en 1855 no ofrecen cambios estructuralmente notorios, al margen del ya señalado, aunque sí haya un
aumento en la producción.
Sin embargo, estas reformas no llegan a las clases más desfavorecidas que no pueden comprar
tierras y su delicada situación quedará como un problema social latente en el centro y Sur de la Península
(destinado a estallar espectacularmente durante el s. xx) es decir donde la tierra se concentraba
en grandes latifundios.
Esto se debe a la manera de vender los terrenos que prima a los que poseen dinero líquido o
Deuda del Estado para comprarlas inmediatamente ya que nunca hubo en las desamortizaciones un
deseo de repartir la tierra y sí de llevar dinero a la maltrecha Hacienda Pública primero y a la construcción
del ferrocarril después.
Tampoco hay grandes cambios en lo que se produce: triada mediterránea más frutales, ni en las
formas de vida: propietarios en las ciudades; jornaleros en el campo, o en las relaciones sociales aún
no excesivamente conflictivas.
El inicio de la industrialización se relaciona con los primeros pasos de un mercado interior menos
complicado por la anulación de barreras interiores y la liberación supuesta por la desaparición de los
gremios.
Es entonces cuando, con cierto retraso en relación con la Europa más desarrollada (algo acrecentado
durante el siglo) comienza a potenciarse la industrialización en dos zonas con tradición artesanal
(fraguas y pañerías) e inversora mayor: Cataluña y el País Vasco, ya que el empujón que podía
haber supuesto una nueva “desamortización”, la minera, acaba siendo utilizado para remediar los
eternos problemas hacendísticos a costa de perder materia prima a un precio barato.
Así en Cataluña se desarrollará el maquinismo en torno al textil (concretamente el algodón)
mientras que en le País Vasco y otras zonas del Norte de España se instalará la siderurgia y la metalurgia.
Por otra parte, asistimos a la expansión del ferrocarril con grandes problemas iniciales supe-
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 23 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
rados en parte por el decidido apoyo estatal a una red básicamente articulada en torno a Madrid y su
comunicación con las distintas partes de España que, en general, permanecen aisladas entre sí (salvo
las dos excepciones industriales donde la red es más tupida). Por ello y por el bajo nivel de renta en
el campo español el ferrocarril por ahora no contribuirá en demasía a un desarrollo general de la industria
tal y como lo había hecho en otros países.

12.7. Guerra colonial y crisis de 1898

La Restauración heredó del Sexenio una grave crisis en los restos de su disminuido imperio colonial.
La guerra en Cuba, iniciada en 1868 coincidente con la Revolución Gloriosa, continuaba en
1875 lastrando gravemente la estabilidad del naciente régimen. Tras pacificar la península con el fin
de la insurrección cantonal y de la III Guerra Carlista, el gobierno de Cánovas orientará sus esfuerzos
a lograr la pacificación cubana. El encargado de lograr tal objetivo será el general Martínez
Campos, héroe nacional tras el pronunciamiento de Sagunto. Los acuerdos alcanzados por Martínez
Campos en la isla –autonomía política y abolición de la esclavitud- no lograrán la pacificación
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 20 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
completa de Cuba, sino que abrirán un periodo de inestabilidad no exento de tensiones militares, la
llamada «Guerra chiquita». Tampoco en la península obtendrán las decisiones de Martínez Campos
un apoyo cerrado. Cánovas, molesto por el alcance de las concesiones, dimitirá de su cargo de presidente
del gobierno, dando paso a otro ejecutivo encabezado por el propio Martínez Campos que
tendrá que defender el acuerdo cubano en las Cortes. De igual modo, los intereses de los empresarios
cubanos y catalanes se considerarán lesionados por las concesiones a los isleños.
El problema cubano volverá a estallar con violencia en 1895; de manera casi simultánea, se inicia
otro movimiento independentista en Filipinas (1896). Los líderes de la revuelta cubana serán el poeta
Martí, inspirador del movimiento, y Maceo, su cabecilla militar. La base social del independentismo
cubano se hallará en el campesinado y se practicará la guerra de guerrillas como táctica militar
de los insurgentes.
La respuesta de la península buscaba un doble objetivo: liquidar el movimiento independentista
y evitar un conflicto con los EE.UU., cuyos intereses en Cuba aumentaban y en donde se desarrollará
una encendida campaña antiespañola en la prensa amarilla. Nuevamente será Martínez Campos
el primer encargado de lograr una solución al problema cubano. La táctica del general consistía en
establecer un cordón sanitario de norte a sur de la isla, «la trocha», que arrinconara progresivamente
a los rebeldes. Sin embargo, la facilidad de los cubanos para desembarcar más allá del lugar donde
se situaban las fuerzas españolas impidió el éxito de la campaña de Martínez Campos y forzó su relevo.
Su sucesor será el general Weyler, que iniciará una dura campaña que incluirá el internamiento
en «campos de concentración» de amplias poblaciones campesinas. Las tácticas de Weyler, duras
aunque sometidas a los usos tradicionales de la guerra, encontrarán en la prensa norteamericana un
eco destacado, haciendo del general español diana preferida de sus críticas.
El gobierno de Cánovas se encontraba decidido a impedir la secesión cubana, cuya españolidad
consideraba tan segura como la de cualquier otro territorio peninsular. «Hasta el último hombre y la
última peseta» había prometido Cánovas emplear en la empresa. No obstante, el estadista malagueño
era consciente de la delicada situación en que se encontraba la guerra cubana y la hostilidad creciente
que mostraban los EE.UU. Cánovas actúo hábilmente para impedir la intervención norteamericana,
si bien apremiaba a sus generales para concluir cuanto antes las acciones en la isla. La
influencia de Cánovas era apreciada incluso en la sociedad norteamericana, que lo veía como el
principal obstáculo para la intervención de EE.UU. Por tanto, el asesinato del padre de la Restauración
en 1897 aceleró el acto final del conflicto cubano y, por extensión, del filipino.
Las razones que explican la intervención norteamericana son variadas. Por un lado, concluida su
expansión continental, los EE.UU. se orientan hacia el Caribe como área de desarrollo natural,
considerando ese territorio como un mar interior y entendiéndolo como el escenario de su política
colonial. Por otra parte, los intereses de las empresas norteamericanas en el territorio cubano eran
muy poderosos, así como los vínculos que unían a la economía de la isla con el gigante americano.
Desde este punto de vista, la continuidad de la administración española –con su marcado proteccionismo-
exasperaba tanto a los norteamericanos como a los cubanos. Por último, el papel desempeñado
por la prensa amarilla de EE.UU., principalmente los diarios de Hearst y Pulitzer, empozoñó
un conflicto que se convertirá en el inicio del protagonismo norteamericano en el escenario internacional
durante el siglo xx.
La muerte de Cánovas y la sustitución del presidente Cleveland por MacKinley precipitarán la
intervención. Tres acontecimientos marcarán el proceso que llevará a la guerra. Primero, en el verano
de 1897 el gobierno norteamericano, haciéndose eco de la presión periodística, protestará por los
procedimientos del general Weyler, exigiendo una rápida pacificación de la isla. En segundo lugar,
el presidente norteamericano realizará una gestión extraoficial en la corte de Mª Cristina ofreciendo
la compra de la isla por 300 millones de dólares y amenazando con la intervención si no era aceptada.
Por último, la explosión del acorazado Maine en el puerto de La Habana, con la muerte de gran
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 21 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
parte de su tripulación, llevará al ultimátum del 20 de abril de 1898, en el que EE.UU. daba tres días
a España para que renunciara a las soberanía de Cuba. La voladura del Maine ha sido un asunto
oscuro. Rápidamente, la prensa norteamericana achacó a España el hundimiento y como tal fue percibido
por la opinión pública de aquél país. Ha habido autores que han considerado que la explosión
del Maine fue obra de independentistas cubanos, ansiosos de forzar la intervención norteamericana.
Hoy, la interpretación más aceptada achaca la explosión a un fallo interno del motor del Maine,
que reventó la santabárbara provocando su hundimiento. En cualquier caso, el resultado fue el
inicio de una guerra desigual entre una potencia en expansión y otra en declive, obligada además a
defender un territorio alejado miles de kilómetros de la Península Ibérica.
La guerra hispano-norteamericana se redujo básicamente a una guerra naval, donde la mayor
potencia de fuego de los buques norteamericanos y el dominio de los puertos de repostaje de carbón
dio rápidamente la iniciativa a los EE.UU. En Filipinas, la vieja armada del almirante Montojo será
aniquilada en la batalla de Cavite frente a la moderna escuadra del comodoro Dewey (1 de mayo de
1898). La posterior rendición y la insurrección generalizada de los filipinos, reducirá el dominio español
a la ciudad de Manila. Ésta se rendirá el 14 de agosto. Sin embargo, los soldados españoles
resistirán en tierras filipinas hasta más allá de la firma del tratado de paz (hasta el 2 de junio de 1899).
La escuadra del Atlántico será encomendada al almirante Cervera, hombre valeroso pero que
consideraba imposible su misión. La flota española logró sortear el bloqueo norteamericano y atracar
en el puerto de Santiago de Cuba. Tras cerrar el puerto, los norteamericanos intentaron la conquista
de la ciudad tras un desembarco. La posibilidad de que los EE.UU. pudieran capturar intacta
la flota determinó a Cervera a salir a mar abierto. La llamada batalla de Santiago supuso la destrucción
de la flota española (con la muerte de miles de marineros españoles frente a una sola baja
norteamericana) y sentenció el desarrollo de la guerra. Días más tarde de la derrota naval, caerá
Santiago; a finales de julio los norteamericanos desembarcarán en Puerto Rico. El armisticio se firma
en Washington en agosto; las conversaciones de paz se realizarán en París en diciembre de 1898.
El Tratado de París suponía el reconocimiento español de la independencia de Cuba, viéndose forzados
los negociadores españoles a ceder Filipinas, Puerto Rico y Guam (en las Marianas) a cambio
de 20 millones de dólares. La cesión de Filipinas no fue prevista en el armisticio de Washington
siendo una exigencia posterior de EE.UU.
Las consecuencias de la derrota frente a los EE.UU. fueron variadas. España perdió los últimos
restos de su Imperio colonial, viendo reducido aún más su peso internacional. Cuba, pese a lograr
su independencia formal, quedo ligada estrechamente a los intereses norteamericanos. La crisis del
98 tiene, no obstante, una lectura multiforme. Si bien es cierto que producirá unas duraderas consecuencias
en el ámbito intelectual, sus efectos sobre el conjunto de la población no serán perdurables.
A pesar del apoyo entusiástico que la prensa y la opinión pública dieron a la guerra –una visión en
ningún caso sostenido en un análisis realista de las fuerzas en conflicto y que en buena medida empujó
a los políticos en un sentido poco deseable-, las reacciones apenas se dejaron sentir. Sin pulso
tituló un famoso artículo el dirigente conservador Silvela en el que se quejaba de la apatía dominante
en el país. Sin embargo, las consecuencias de la derrota no fueron duraderas en la economía del
país, que pronto se recuperó, beneficiándose de la desaparición del proteccionismo cubano; incluso
la flota será rehecha en los primeros años del siglo xx.
Ahora bien, el sistema político de la Restauración sí que se resintió gravemente de la derrota.
«Todo se ha perdido, menos la monarquía», palabras de un conocido político (Montero Ríos), resumen
gran parte de los objetivos que llevaron a España a una guerra perdida. Así, 1898 se convertirá
en el año decisivo del abandono del régimen de gran parte de la intelectualidad. La llamada generación
del 98, cuyo influjo será muy duradero, mostrará el edificio de la Restauración como una
construcción carcomida que sólo deberá ser demolido. La traición de los intelectuales, como la ha
definido un historiador moderno, supuso privar de apoyos a una estructura política que, pese a sus
defectos, había conseguido una larga etapa de prosperidad económica y de estabilidad política. El
Regeneracionismo, movimiento contemporáneo al desastre de Cuba, aunque presentará algunos
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 22 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
ejemplos dentro del propio sistema, será básicamente un movimiento disolvente, que en poco ayudará
a la democratización y saneamiento del sistema y sí al derrumbe del mismo, abriendo paso a
una nueva etapa de inestabilidad que desembocará un cuarto de siglo más tarde en la dictadura de
Primo de Rivera.
La derrota ante EE.UU. avivará también el alcance e influencia de los movimientos nacionalistas
de Cataluña o el País Vasco. Arana, fundador del PNV, felicitará públicamente a los EE.UU. por
su victoria ante España, lo que lo llevará a prisión. El PNV, no obstante, observará la independencia
cubana como el preludio de la desmembración hispana. En Cataluña, Prat de la Riba encabezará un
movimiento tendente a obtener una Mancomunidad para Cataluña que desequilibrará la política de
la Restauración de las primeras décadas del siglo xx. Aunque más equilibrado y realista que el vasco,
el regionalismo catalán será el semillero de donde surjan posturas claramente independentistas –de
difícil acomodo en el sistema político- y que prosperarán hasta el estallido de la Guerra Civil (1936-
1939).

12.6. La Regencia de María Cristina de Habsburgo y el turno de partidos. La oposición al sistema. Regionalismo y nacionalismo.

La oposición al sistema: republicanismo y desarrollo del movimiento obrero.
Tras la experiencia negativa de la caótica I República los distintos grupos republicanos siguen
igual: muy divididos entre sí a pesar de tener un ideario relativamente común. Se consideran fiera
del sistema por defender otra forma de gobierno, son religiosamente heterodoxos y proceden casi
todos de la intelectualidad de clase media. Sin embargo forman grupos dispares desde los posibilistas,
capitaneados por Castelar, que son partidarios del orden social y la unidad nacional, hasta los
progresistas- demócratas de Ruiz-Zorrilla partidarios de acciones subversivas contra el gobierno; en
medio se situarían los republicano-federales, los mejor organizados y los más próximos al movimiento
obrero (toleraban las huelgas pacíficas) al que finalmente irán a parar algunos de sus militantes.
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 18 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
En general su número es escaso en las primeras Cortes de la Restauración teniendo además el
hándicap de que hablaban casi siempre en nombre propio. A pesar de ello políticos como el ya citado
Castelar contribuirán a la apertura llevada a cabo por Sagasta en la década de los 90.
El movimiento obrero está prohibido en España tras el golpe del general Pavía en 1874. Dos
años antes en un Congreso celebrado en Zaragoza de la sección española de la AIT se habían perfilado
las dos grandes orientaciones ideológicas en las que luego se dividirán los obreros españoles,
Por un lado los grupos anarquistas, separados de cualquier línea política (lo que no les impidió
participar en el movimiento cantonalista con los federales intransigentes) triunfante tras la desconfianza
que las incumplidas promesas del 68 (ley de asociaciones, falta de mejoras sociales)e incluso la
represión final por parte de los herederos de la revolución. En la corriente mayoritaria muy extendida
por Aragón, Levante y Andalucía, predomina en un principio la necesidad de acabar con el estado
opresor (algo que se hará prioritario a los cambios sociales hasta su legalización en 1881). Tras
ésta se va a producir un enfrentamiento en el seno de la nueva organización, denominada Federación
de Trabajadores de la región Española, entre los partidarios de la huelga general pacífica., fundamentalmente
el núcleo catalán, y los partidarios de continuar con la violencia como los andaluces
asociados por la policía a la Mano Negra, supuesta organización radical, secreta y violenta acusada
de querer acabar con las clases conservadoras (a pesar de que ellos negaban la existencia de la organización,
algo que hoy en día sigue sin estar claro) lo que le significó una persecución notable por
parte de las autoridades, acoso extendido luego a todo el movimiento anarquista.
El otro gran grupo que sale del Congreso de Zaragoza es la corriente socialista de clara inspiración
marxista que sí aceptaba la validez de la vía política para conseguir sus objetivos. Implantada
inicialmente en Madrid se extendería después a otras partes especialmente a la periferia norte, Asturias
y P. Vasco. Desde el 2 de mayo de 1879 cuentan con un partido, el PSOE, fundado por el tipógrafo
madrileño Pablo Iglesias, con tres bases para el triunfo del proletariado:
Posesión del poder político por el proletariado así como la desaparición de la propiedad privada
transformada ahora en propiedad colectiva.
Abolición de todas las clases sociales y formación de una sola, formada por trabajadores libres e
iguales
Lucha por mejorar las condiciones de vida: libertad de asociación, jornada de 8 horas diarias,
igualdad salarial de hombre y mujeres, sufragio universal.
Su línea de acción sería básicamente política ya que se pretendían alcanzar todos estos objetivos
ganando las elecciones en solitario y, tras sus pobres resultados electorales en alianza con partidos
burgueses, idea cristalizada sólo a partir de 1910 con la formación de una conjunción republicano-socialista
que lograría un diputado para su líder Pablo Iglesias.
Antes de esto y tras la crisis de 1887 fue fundada la Unión General de Trabajadores (Barcelona
1883) como una organización de federaciones de oficios con relativa autonomía en sus distintas ramas.
Básicamente se trataba de crear una organización preocupada por las mejoras en las condiciones
de vida y de trabajo de los obreros, una organización partidaria de la negociación pero también
de la huelga aunque alejada de los fenómenos de tipo violento propios del mundo anarquista.
A pesar de ello la mayor presencia social la tienen los anarquistas con su política violenta de asesinatos
a presidentes del gobierno (Cánovas en Cestona) y bombas indiscriminadas como la lanzada
en el Liceo (1893) de Barcelona o al paso de la comitiva real en la boda de Alfonso XIII (Madrid
1906) aunque en todos estos casos haya importantes razones personales de los terroristas (venganzas
por sentencias judiciales o torturas policiales) más que una organización premeditada.
Regionalismo y nacionalismo.
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 19 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
El sistema político liberal del siglo XIX nace en medio de una guerra civil (La I Guerra Carlista)
razón por la cual va a estar fuertemente impregnado de pensamiento militar, por un lado, y de pensamiento
centralizador por otro. Por ambas razones se trataba de defender un estado fuertemente
dividido no en función de las distintas comunidades preexistentes sino en las nuevas provincias
creadas por Javier de Burgos en 1833.
La burocracia al servicio de este estado se limitaría en adelante a trasladar las decisiones del gobierno
hacia la periferia sin que existiera una línea de interés recíproco. También la redacción de historias
generales de España que mostraban la importancia de los elementos cohesionadores de la nación
por encima de cualquier contenido, realizadas como en Europa por intelectuales conservadores,
contribuyó a afirmar la realidad de ese estado centralista.
Frente a esto y a partir del último tercio del siglo comienza a afirmarse en la periferia un redescubrimiento
de lo plural especialmente importante en aquellas sociedades cuya industrialización había
hecho crecer notablemente la economía: fueron en principio fenómenos de tipo conservador ligados
al carlismo y, más atrás, al foralismo tradicional de la Corona de Aragón y el País Vasco (suspendido
definitivamente con la Constitución de 1876) defendido no por los elementos más importantes de la
nueva burguesía enriquecida, vinculada claramente a los representantes del centralismo, sino más
bien a los grupos intermedios de aquellas sociedades en las que, muchas veces, fueron utilizados,
por otra parte para presionar a Madrid y obtener ventajas económicas.
En Cataluña el movimiento regionalista arranca de un movimiento cultural, la Renaixença, planteado
en varios campos artísticos y culturales con el objetivo fundamental de recuperar el más amplio
uso de su lengua. A partir de ahí se articulará la afirmación de sus peculiaridades no desde la
perspectiva independentista sino autonomista. Incluso más. Antes que separar a Cataluña de España
se pretendía integrarla de tal modo que, en base a su importante grado de urbanización y progreso
industrial, fuera aquella la que transformara todo el país a su imagen y semejanza. Tal es el pensamiento
de Valentí Almirall (Lo catalanisme) la práctica política de Prat de la Riba y su Lliga de Catalunya
que ya a finales del siglo había presentado a la regente un programa que perseguía una amplia
autonomía para Cataluña a imagen y semejanza de la que Austria había acordado para Hungría.
En el País Vasco la situación es diferente ya que junto a la burguesía autonomista, partidaria del
concierto económico creado en sustitución de los fueros, hay otra más radical, independentista, relacionada
con el carlismo y la recuperación total de las leyes perdidas que representaban la herencia
de una edad dorada agraria anterior a la industria y la inmigración, razón por la cual esta dos últimas
se convertirán en enemigos suyos.
Así se ve en la obra de Sabino Arana fundador del PNV (cuyo lema era Dios y Ley Vieja) desde
una perspectiva claramente independentista, Sin embargo la necesidad de crecer en la nueva sociedad
producto de una acelerada industrialización llevará a esta línea radical a convivir con otra más
pactista partidaria de la autonomía al igual que la burguesía catalana. Se busca también rehacer España
a partir del País Vasco formulándose así las dos líneas que han convivido dentro del PNV en
relativo equilibrio hasta nuestros días.

12.5. Reinado de Alfonso XII: el sistema canovista y la Constitución de 1876.

La Restauración se impone en España por el fracaso de la I República ante el triple desafío que
suponen las guerras contra cantonalistas, independentistas cubanos y carlistas. Esto hace que cuando
Cánovas quiere imponer su sistema bipartidista se encuentre con escasas resistencias por parte
de una población que había conectado poco con una República, y con unos poderes fácticos muy
dispuestos a colaborar como la alta burguesía, terrateniente o industrial, un ejército más conservador
después del cantonalismo o una iglesia reaccionaria y nacionalista que configuran la parte caciquil
del sistema que durará con más o menos altibajos d desde hasta 1923.
Cánovas evoluciona desde un pensamiento próximo al progresismo (Manifiesto de Manzanares)
a otro claramente conservador aunque siempre desde la base de una monarquía constitucional (Manifiesto
de Sandhurst). En él son ideas claves la disciplina y el orden plasmados en el sufragio censitario
y en la restricción de derechos o en la defensa clara del uso de la fuerza frente al socialismo, la
verdadera amenaza de la sagrada propiedad individual.
Es, por supuesto, partidario de la vuelta de la dinastía borbónica aunque sabe que esto sólo puede
aceptarse en la persona de Alfonso XII y nunca en la de Isabel II. A diferencia de lo sucedido en
la época de la reina, el turno pacífico de dos partidos, el liberal y el conservador, y no el dominio de
uno solo será la pieza clave para que funcione pacíficamente el sistema y no haya, en principio, exclusiones
de nadie.
El caciquismo es clave en el funcionamiento de este sistema esta falsificación continua de las elecciones
en la que se encasillaba a los diputados que se iban a obtener en las circunscripciones electorales.
Los caciques eran individuos localmente poderosos (terratenientes, prestamistas, notarios y
médicos) y su acción era especialmente importante en el mundo campesino. Entre los procedimientos
que utilizaban están la violencia o la amenaza directa a votantes, las trampas en las votaciones, el
cambio de votos por favores (permisos para edificar, préstamos saldados, empleos en instituciones
locales) y eso tanto en los momentos en que el voto era por sufragio restringido como cuando a partir
de 1890 Sagasta introduce el voto universal masculino para mayores de 25 años.
El primer turno toca a los conservadores y Cánovas es elegido presidente del Consejo. Entre su s
hechos más notables están el término del conflicto bélico con la victoria sobre los carlistas, la abolición
de los fueros vasconavarros sustituidos por los conciertos económicos que establecían un cupo
variable que aquellos debían pagar por los gastos estatales invertidos en ellos, el arancel proteccionista
del 77 que marca una tendencia seguida durante casi todo el periodo, el recorte de derechos
individuales cono la Ley Orovio que alejó de sus cátedras a importantes miembros de la futura ILE
por una legislación que impedía criticar el catolicismo o la monarquía restaurada.
En el siguiente turno iniciado en 1880 es Sagasta el Presidente del Consejo que contempla el fin
de las suspensiones de periódicos así como el regreso de represaliados por la Ley Orovio. Comienza
a haber una cierta preocupación social con la creación de la Comisión de reformas Sociales aunque
todavía se a un órgano meramente consultivo
La Constitución de 1876.
Se produce tras los numerosos problemas del s. XIX y, especialmente los del sexenio revolucionario.
Cánovas del castillo su principal inspirador (incluso literalmente de algunos artículos) buscaba
un texto que tuviera cierta aceptación por la oposición más moderada, los liberales progresistas,
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 17 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
ahora simplemente liberales, que forman el otro gran partido destinado a participar en el turno pacífico
clave en la vida política de la Restauración. De hecho se puede decir de aquella que tiene algunos
elementos del texto de 1869 aunque, básicamente, se parece mucho a la del 1845.
Su origen son unas cortes elegidas por sufragio universal masculino en 1876 realizadas con
amplia abstención y sobre todo con los fraudes y pucherazos de siempre llevados a cabo por Romero
Robledo, ministro de la gobernación, que consigue una amplia mayoría para el Partido Conservador
(antiguo liberal moderado) del propio Cánovas del Castillo.
Se puede decir, finalmente, que es muy breve (89 artículos) y sobria, de tal manera que algunos
artículos pudieran ser interpretados según el partido que estuviera en el poder.
Entre los artículos más destacados están:
Art.11: es confesional como en las constituciones de 1812, 1834 y 1845 (no así en las de 1837 y 1869)
aunque pone algunas trabas a las doctrinas no católicas en lo relativo a sus expresiones públicas. Por
supuesto, mantiene al clero en función de la riqueza perdida por las desamortizaciones.
Art,13: amplio reconocimiento teórico de todos los que había ido apareciendo en los textos legales
durante el s. XIX aunque luego aquellos se encuentran “de hecho” con limitaciones en las etapas
de gobiernos conservadores.
Art.18: gran importancia legislativa del Rey como en los textos legales de 1834 y 1845 (menor en
las constituciones de 1812, 1837 y sobre todo 1869). Comparte la potestad legislativa, posee derecho
de veto y puede convocar y disolver Cortes.
Art. 20: el Senado posee tres partes: derecho propio (“Grandes”, jerarquías militares y eclesiásticas),
vitalicios y elegidos por sufragio restringido que son la mitad de la Cámara.
Art. 28: los diputados son elegidos por una ley electoral aparte (como siempre) que establece el
sistema censitario propio de las constituciones conservadoras (1834, 1845 y también 1837, a pesar de
ser más progresista) hasta 1890 en que los liberales implantan el masculino universal en la tradición
de los textos más innovadores (1812 y 1869). Habrá fraudes en ambos casos.
Art.50: el Rey tiene el poder ejecutivo como siempre destacándose aquí las alusiones al orden público
interior y a la seguridad exterior.
Art, 75: se acaba con casi todos los restos del foralismo (aunque a cambio al País Vasco se le ofrece
un instrumento nuevo, los conciertos económicos, es decir la posibilidad de tener hacienda propia
a cambio de entregar al Estado una parte del dinero recaudado como compensación de los gastos
realizados allí por el Estado).
Art.83: los ayuntamientos serán elegidos por los vecinos y no por el rey poniéndose así fin a la polémica
entre moderados y progresistas típica de los primeros dos tercios del siglo XIX.

12.4. El sexenio democrático (1868-1874). Intentos democratizadores. La revolución, el reinado de Amadeo I y la PrimeraRepública

Primera fase: Gobierno y Regencia del General Serrano
Los revolucionarios del 68 intentaron llevar a fondo la experiencia democrática en España mostrándose
absolutamente radicales en sus principios en la Constitución de 1869: soberanía nacional,
sufragio universal masculino para mayores de 25 años, derechos inviolables del ciudadano, separación
Iglesia-Estado, amplia libertad de cultos, independencia del poder judicial y monarquía constitucional,
es decir con poder ejecutivo a través del gobierno pero sometida al Parlamento bicameral
(el Senado es elegido por vez primera en votación popular), asunto en el que se produce un compromiso
entre los demócratas revolucionarios y los más moderados miembros de la Unión Liberal y
los liberales progresistas, puntos todos ellos fijados en la Constitución de 1869 hecha tras elecciones
por sufragio universal.
Segunda fase: Amadeo de Saboya
Como quiera que la vuelta de la reina estaba descartada, se comenzó a buscar otro rey en Europa,
algo que se consiguió en la persona de Amadeo de Saboya tras descartar o descartarse el pretendiente
portugués, el alemán y el propio hijo de la reina, el futuro Alfonso XII.
Aquél encontraría grandes dificultades para gobernar: Prim que es su principal valedor es asesinado
poco antes de su llegada a España, la nobleza no parece aceptarle, es joven y no conoce el
idioma de un país con graves problemas de legitimidad como las planteadas por republicano-federales,
alfonsinos y carlistas (por no hablar del movimiento obrero aún en sus comienzos). Todo ello
hará que su reinado sea breve (1871-73) y caracterizado por una continua inestabilidad política y social
(tres elecciones, varios gobiernos).
Tercera fase: I República
Tras la revolución de septiembre del 68 y el posterior fracaso de la opción monárquica con Amadeo
de Saboya se constituye en España la I República el 11 de febrero de 1873. Se implanta de forma
pacífica, tras una votación conjunta de ambas cámaras por las siguientes razones:
Fracaso de Amadeo y ridículo gubernamental por la negativa de otros príncipes a aceptar la Corona
española.
Crisis política entre integrantes del Pacto de Ostende que en un principio son defensores de la
monarquía.
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 15 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
Éxito del experimento en Francia del General Mac Mahon.
Se prefiere una República traída por las Cortes a otra revolucionaria que aportaría socialismo y
desintegración algo que los diputados del 69 no quieren.
El primer presidente es Estanislao Figueras, un republicano moderado, tanto que en su gobierno
hay varios monárquicos partidarios del orden. Esto le traerá problemas con los republicanos –federales
que desembocan en unas elecciones, con amplia abstención, con sufragio universal que dan
amplia mayoría a Pi i Margall que hace un programa muy ambicioso.
A pesar de ello la República no gozaría de mayor fortuna por la lucha que se establece entre los
partidos que la sustentan, lucha de la que salen triunfadores los republicano-federales de Pi i Margall
que deberá hacer frente a las distintas revoluciones cantonales (muchas poblaciones ,después de
Cartagena y Alcoy, se constituyen en cantones independientes del poder central declarándose incluso
la guerra entre ellas como Granada y Jaén) en las que se mezcla el deseo de independencia política
con otro tipo de reclamaciones de carácter social (mayor reparto de la riqueza).
La República, además, deberá emplear buena parte de su tiempo en restaurar el orden en dura
lucha contra los carlistas se han levantado, de nuevo, en los pueblos vasco-navarros y han proclamado
a un rey en Estella que llega a tener simpatía en Cataluña tras su anuncio de reconocer los fueros
perdidos tras el Decreto de Nueva Planta de Felipe V.
Incluso se recrudece la situación en Cuba con la sublevación de cerca de 5.000 hombres muchos
de ellos esclavos negros. España intervendría mezclando la acción militar con la negociación en un
primer momento para pasar a una guerra abierta en la que a los cubanos les apoyan GB y USA
(Cuba era un punto estratégico en la ruta del Caribe) anticipo de lo que sería la futura crisis del 98.
Por ahora la Paz de Zanjón de 1878 acaba con la Guerra prometiendo a los cubanos indultos y una
mayor participación en sus asuntos.
Antes de ello la I República había desarrollado un amplio programa de reformas que dada la radicalidad
del momento se quedaría corto a pesar de la importancia de las mismas:
• Supresión del impuesto de “consumos”, medida popular pero nefasta para la arruinada hacienda
pública.
• Eliminación del reclutamiento forzoso, algo que debió cambiarse rápidamente para no debilitar
a las tropas que luchaban contra los carlistas.
• Reducción de la edad del voto hasta los 21 años.
• Separación de Iglesia y Estado cesando las subvenciones a esta última.
• Prohibición del trabajo para menores de 10 años.
• Abolición de la esclavitud en Puerto Rico.
• Elaboración de una constitución fuertemente descentralizada: república federal de 17 estados con
Hacienda y policía propias en la Constitución que se elaboraba y que nunca llegó a funcionar.
Fracasa en todo porque se produce el cantonalismo: movimientos sociales donde se mezcla el
deseo de soberanía con las revoluciones sociales: el proletariado español, en contra de lo que decía la
AIT, decide apoyarse en grupos políticos (federales intransigentes) para conseguir mejoras sociales,
algo que asusta a los grupos dominantes como militares, eclesiásticos, terratenientes, industriales,
etc.
Esto hace que sea sustituido Pi y Margall por la denominada república del orden con los presidentes
Salmerón y Castelar, también federalistas, que dan orden de no negociar con los cantonalistas
y entregan el poder a dos generales prestigiosos pero moderados: Pavía y Martínez Campos.
Al mismo tiempo se recorta la libertad de prensa, sobre todo para carlistas y federales, lo que
provoca una crisis en el seno de los republicanos que los generales aprovechan para dar un golpe de
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 16 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
estado: Pavía acaba en enero del 84 con una república que no ha durado ni un año. Se instaura la
regencia del general Serrano que duraría hasta finales del año cuando un pronunciamiento militar
de Martínez Campos en Sagunto haga rey a Alfonso XII.

12.3. Isabel II (1843-1868): el reinado efectivo

En 1843, Isabel II es declarada mayor de edad, iniciándose de esta manera su reinado. Durante
éste España va a consolidar la revolución liberal, constituyendo un régimen parlamentario y desarrollando
un cuerpo legislativo y de reformas que sentarán las bases del Estado español contemporáneo.
Del mismo modo, será en el reinado isabelino cuando se gesten algunos de los vicios asociados
a gran parte de la historia contemporánea hispana: falseamiento electoral, recurso al pronunciamiento,
corrupción y clientelismo político, injerencia militar en la vida política, etc. Dos revoluciones
enmarcarán el reinado: la de 1843, que expulsará a Espartero de la regencia y la de 1868 que hará
lo propio con la reina Isabel; sin embargo, los logros y taras del reinado trascenderán el periodo y
dejarán sentir su efecto mucho más allá del triunfo de septiembre del 68.
La alianza entre moderados y progresistas de 1843 no sobrevivió mucho tiempo después de la
expulsión del regente Espartero. Muy pronto, los moderados –que contaban con la simpatía de la
Corona mucho más que los progresistas- se harán con las riendas del poder, iniciando un periodo –
la década moderada- que será el de mayor presencia continuada de un partido en el poder en España
hasta el triunfo socialista en 1982. Los moderados serán los encargados de desarrollar el esqueleto
legislativo y las reformas políticas y sociales que ahormarán el Estado liberal español.
El partido moderado se agrupaba en torno a unos principios que, de manera general, respondían
a las pautas del liberalismo doctrinario. Defensores de la soberanía compartida y de la propiedad
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 12 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
privada, aspiraban a rehacer las relaciones con la Iglesia, maltrechas tras la política desamortizadora;
sostenían la preferencia por el bicameralismo, apostando por una circunscripción electoral pequeña
que permitiera el influjo de los notables locales. Su proyecto político defendía el centralismo,
a imitación del modelo francés y se empeñaban en equilibrar orden y libertad.
No eran, sin embargo, un bloque homogéneo. Podemos reconocer tres grandes corrientes en el
seno del moderantismo: la Unión Nacional, liderada por Viluma, más cercana a la soberanía regia y
que buscaba el acercamiento de las dos ramas de la dinastía; los centristas o monistas (liderados por
Mon y Narváez), con principios más dúctiles a la realidad cambiante y orientados a la conservación
del poder; por último, los puritanos, donde encontramos a personajes como Pacheco, Istúriz, Pastor
Díaz o al joven Cánovas, los más leales defensores de los principios doctrinarios, aspiraban a
consolidar el régimen y a llegar a acuerdos con los progresistas.
La acción política de los numerosos gobiernos que se suceden a lo largo de la década moderada
(1844-1854) estará dirigida a la construcción del Estado y a la centralización del mismo aunque, debido
a la intensidad del clientelismo político, no será infrecuente la supeditación de los intereses generales
a los particulares.
La labor legislativa de los moderados se inicia con una modificación de la Constitución de 1837,
reforma que dará lugar, en la práctica, a una nueva constitución. La Constitución de 1845 defendía
la soberanía compartida, reforzando la autoridad real y eliminando algunas de las limitaciones del
monarca (matrimonio); afirmaba la catolicidad del Estado y se comprometía con el sostenimiento
del clero católico. Por lo que respecta al poder legislativo, establecía dos cámaras: un Congreso elegido
por sufragio censitario y un Senado de designación regia. Ampliaba la legislatura, pasando ésta
de 3 a 5 años; suprimía la Milicia Nacional (que será reemplazada por la Guardia Civil) y establecía
un régimen municipal dual, con elección de concejales por votación y designación del alcalde por el
gobierno. Los derechos se encontraban supeditados por su posterior desarrollo legislativo y el poder
judicial se transformaba en Administración de Justicia.
La tarea política moderada está orientada a la construcción de un Estado liberal según el modelo
centralista francés. Así, a lo largo de la década, las sucesivas Cortes van a aprobar un profundo programa
legislativo que constituirá la base de la Administración pública española. En 1845, aprobarán
la Ley de Ayuntamientos, que consagra la designación gubernamental de los alcaldes, haciendo a
estos, junto con los gobernadores civiles, la extensión del poder ejecutivo en los municipios. Ese
mismo año, se aprobará la Ley de Reestructuración de la Instrucción Pública, que establecerá, por
primera vez, un plan de estudios centralizado para todo el país. En 1852, verá la luz la Ley de Funcionarios,
que estipulaba el ingreso en la Administración pública previa superación de un concurso
de méritos, señalados de antemano. Se pretendía con esta reducir el clientelismo político imperante
en el acceso a la función pública.
Desde el punto de vista del orden público, tres disposiciones tienen especial relevancia. En 1844,
se creará la Guardia Civil, un cuerpo de policía militarizado que sustituiría a la desaparecida Milicia
Nacional. En 1848, se aprobará el nuevo Código Penal, cuya vigencia se extenderá hasta 1996. Ese
mismo año, el gobierno de Narváez hará aprobar la Ley de Poderes Excepcionales, que permitirá al
gobierno suspender garantías constitucionales y evitará el contagio de las revoluciones que asolaron
a Europa en 1848.
La Ley de Hacienda que impulsó el ministro Mon en 1845 supondrá la modernización del sistema
impositivo español, permitiendo la financiación de una Administración creciente. El proyecto
rescataba las rentas arrendadas, racionalizaba el sistema impositivo (aumentando el peso de la contribución
directa y estableciendo el impuesto de consumos –indirecto-) y exigía el principio de equilibrio
presupuestario.
En 1851, los moderados firmarán con la Santa Sede un nuevo Concordato que recompondrá las
maltrechas relaciones de España con Roma. Por él, España reconocía a la religión católica como
única, permitiendo a la Iglesia poseer bienes en el país e intervenir en la educación y en la censura.
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 13 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
De igual modo, se regulaban las jurisdicciones y atribuciones eclesiásticas. En contrapartida, la Santa
Sede renovaba en Patronato Regio y aceptaba los efectos de la Desamortización.
También las obras públicas recibieron atención por parte de los distintos gabinetes moderados.
Tras la inauguración de la línea ferroviaria Barcelona-Mataró en 1848, se aprobará la Ley de Ferrocarriles
en 1851, que pretendía organizar y estimular la construcción de nuevas vías férreas. De igual
modo, se gestionó el comercio marítimo mediante una Ley de Puertos y se estimuló la construcción
de infraestructuras hidráulicas, destacando el Canal de Isabel II.
No obstante, el proyecto político moderado se vio lastrado por la constante intervención de la
Corona (especialmente de la Reina Madre) y por la generalización de las prácticas de clientelismo y
corrupción. Los último gobiernos moderados, elegidos a preferencia de la reina María Cristina,
eludieron el control parlamentario y gobernaron por decreto. El malestar social iba en aumento,
creciendo entre los progresistas –sistemáticamente apartados del poder- y entre algunos sectores
moderados.
En 1854, el general moderado O’Donnell se pronunciará contra el gobierno en Vicálvaro en un
intento de frenar la inminente revolución progresista. El choque entre los hombres de O’Donnell y
las fuerzas gubernamentales del general Blaser no fue concluyente. Tras la Vicalvarada, O’Donnell
dará a conocer sus exigencias en un escrito, el Manifiesto de Manzanares, debido a la pluma de su
secretario, Cánovas del Castillo. Los Queremos del texto expresaban un programa de regeneración
política enfrentado directamente contra la camarilla regia.
No parece que el influjo del Manifiesto de Manzanares desempeñara un papel destacado en el
inicio de la revolución subsiguiente. Los continuos pronunciamientos contra el gobierno que se sucedieron
en numerosas ciudades de España forzaron a la reina Isabel a encargar el gobierno al general
Espartero, líder de los progresistas.
El bienio progresista (1854-1856) que se abre tras la Vicalvarada y las revoluciones progresistas
estará marcado por tres elementos fundamentales: la rivalidad entre Espartero y O’Donnell, los
triunfadores del 54 y cuya colaboración en el gobierno no va a ser sencilla. La puesta en marcha de
un nuevo proceso desamortizador, la Desamortización de Madoz (1855), será el segundo de los ejes
del periodo. El proyecto, apuesta personal del ministro Madoz, ponía a la venta los bienes de propios,
de Instrucción Pública y de Beneficencia, a la vez que concluía con la desamortización eclesiástica.
El programa respondía a una aspiración de Madoz, desatando una amplia oposición municipal
(de los 2.000 municipios consultados, sólo 20 se mostraron favorables al proyecto y de estos sólo 6
disponían de bienes afectados por la medida). Buscaba el alivio de la deuda y la ampliación de la base
social que sostenía el sistema. El balance de la desamortización fue negativo: imposibilitó una reforma
agraria y no amplío el número de propietarios (el tamaño desmedido de los lotes alejaron de
las subastas a amplios grupos de la sociedad española), aumentando las tensiones sociales, al privar
a los ayuntamientos de los recursos que les permitían atender a los sectores más débiles de la sociedad.
Por último, en 1856 se elaborará un nuevo proyecto constitucional, que no entrará en vigor tras el
restablecimiento de la Constitución de 1845 por O’Donnell. El proyecto constitucional de 1856 se
inspiraba en la Constitución de 1837; como novedades, incluía la tutela estatal de la libertad religiosa
de los no católicos y establecía un Senado electivo.
La rivalidad entre O’Donnell y Espartero unida al creciente malestar social, decidirá a la reina
volver a llamar a los moderados al gobierno. El bienio moderado (1856-1858) verá la aprobación de la
Ley de Instrucción Pública de Moyano, durante el gobierno de Narváez en 1857. La división en el
partido moderado y el carácter ciclotímico del general Narváez harán que éste abandone el poder.
El retorno de O’Donnell al gobierno en 1858, tras haber madurado un nuevo proyecto político,
inicia el gobierno más largo de todo el siglo xix, que durará hasta 1863. La Unión Liberal de
O’Donnell pretende constituirse en un centro político que permita la renovación del sistema, limi-
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 14 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
tando el intervencionismo de la Corona y atrayendo a los progresistas. Esta aspiración explica el
carácter ecléctico de los principios y de la política unionista.
El gobierno largo de O’Donnell (1858-1863) iniciará una campaña de actuaciones en el exterior,
interviniendo con Francia e Inglaterra a fin de aumentar el prestigio internacional del país. Fruto
de esta política son las actuaciones en la Conchinchina (1857-1862), México (1861), la guerra de
África (1859-1860), la anexión de Santo Domingo (1861-1865) y la Guerra del Pacífico (1863).
El agotamiento del gobierno O’Donnell abre el último periodo del reinado isabelino (1863-1868).
La alternancia en el gobierno de moderados y unionistas no podrá frenar la degradación de régimen,
ahogado por la corrupción, la crisis económica, el malestar social y la desaparición de sus valladares
(Narváez muere en 1868; O’Donnell en 1867). La revolución de 1868, impulsada por los
progresistas, los unionistas y los demócratas, derribará no solo al gobierno, sino a la misma Monarquía,
debiendo la reina huir a Francia.

12.2 Isabel II (1833-1843): Las regencias

La muerte de Fernando VII en septiembre de 1833 dejará una heredera de apenas tres años y un
pretendiente, Carlos María Isidro, que agrupará en su torno a los defensores del absolutismo. La
reina regente, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, intentará atraer hacia la causa de su hija a los
sectores liberales del país e iniciará un periodo reformista que sentará las bases de la construcción
del estado liberal en España.
Ya desde antes de la desaparición de Fernando, la reina había intentado lograr el apoyo de los
liberales concediendo una amnistía que permitió el retorno de numerosos exiliados. A la muerte del
rey, siguió encargando el gobierno a Cea Bermúdez, un defensor del despotismo ilustrado, demasiado
tibio para los liberales y demasiado audaz para los absolutistas. De esta primera etapa es destacable
la reforma provincial que llevará a cabo el ministro Javier de Burgos. De Burgos dividirá el
territorio nacional en 49 provincias (que apenas han sufrido variaciones desde entonces), con el doble
objetivo de lograr un dominio territorial efectivo e imponer una centralización administrativa. Al
frente de cada provincia se situaba un jefe político y un intendente, que representarían al gobierno
central en el territorio. Paralelamente, se reorganizaron las demarcaciones judiciales, creándose dos
nuevas audiencias y fijando los límites de los partidos judiciales.
En 1834, la regente colocó al frente del gobierno a Martínez de la Rosa, un antiguo liberal exaltado,
moderado en su madurez, que llevará a cabo una política de reformas que buscaba ampliar la
base social que apoyaba a la monarquía. El gobierno de Martínez de la Rosa disolverá la jurisdicción
gremial y realizará una serie de actuaciones en el ámbito eclesiástico, disolviendo los monasterios
que diesen apoyo al pretendiente y creando la Junta eclesiástica, institución que apuntaba a la
reforma del clero, buscando atraer a los sectores más exaltados del liberalismo.
No obstante, será la aprobación del Estatuto Real en 1834 la acción política más destacada del
gobierno de Martínez de la Rosa. El Estatuto Real es una carta otorgada que busca sus fundamentos
en el derecho tradicional de la monarquía, desde las Partidas a la Nueva Recopilación borbónica.
Eludiendo la cuestión de la soberanía, se limita a ser un reglamento de Cortes, definiendo el número,
composición y atribuciones de éstas. Así, contempla dos cámaras, convocadas y disueltas por
el rey: la de Próceres, formada por altos cargos y personalidades de elevadas rentas y la de Procuradores,
de composición electiva mediante sufragio censitario indirecto (con un cuerpo electoral de
apenas 16.000 electores, el 0,15% de la población). Entregaba la iniciativa legislativa a la Corona, reservándose
las Cortes el rechazo o enmienda de las leyes. El Estatuto pretendía ofrecer un marco
para la acción política que satisficiera a los liberales, sin cuestionar el poder monárquico. Resultó ser
insuficiente para ambos propósitos, aunque permitió el juego político y el inicio de reformas de alcance.
El gobierno de Martínez de la Rosa cayó, paradójicamente, como consecuencia de la acción de la
criatura parlamentaria que había creado. En 1835, las Cortes votarán una moción de censura contra
él, quien acordará la disolución de las Cámaras y la dimisión ante la regente. Las razones de este desenlace
se encuentran en la debilidad mostrada por el gobierno en los meses anteriores, incapaz de
afrontar resueltamente las matanzas de frailes del verano del 34 y de frenar los avances de las tropas
carlistas.
La dimisión de Martínez de la Rosa no acabó con la inestabilidad. Su sucesor, el conde de Toreno
apenas encabezó el Consejo de Ministros tres meses, superado por las revueltas generalizadas
(anticlericalismo, ludismo) y la aparición de un movimiento juntista, de carácter revolucionario, que
se agravó con el apoyo de la milicia urbana, llevando sus peticiones ante el palacio de la gobernadora.
La sustitución de Toreno por su ministro de Hacienda, Juan Álvarez de Mendizábal, abrirá el
periodo “progresista” de la regencia de María Cristina. Mendizábal encauzará el movimiento junte-
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 10 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
ro, transformando las juntas en diputaciones y llevará a cabo una activa política reformista, tras obtener
poderes extraordinarios de las Cortes en 1836. Entre sus medidas se encuentran la reorganización
de tributos, la creación de nuevos impuestos y, sobre todo, la desamortización eclesiástica
(1836). La finalidad de esta decisión era múltiple: políticamente, aspiraba a conservar el apoyo anticlerical;
económicamente, pretendía reducir la carga de la deuda y, socialmente, buscaba ampliar la
base social que apoyaba a la monarquía con la creación de un amplio grupo de beneficiarios de la
medida. El alcance de la desamortización fue muy amplio, generando un duradero conflicto con la
Santa Sede. Sin embargo, no logró obtener sus objetivos, pues no se alivió significativamente el peso
de la deuda sobre las arcas públicas y sólo una minoría adinerada pudo optar a la adquisición de
los lotes de bienes, demasiado grandes para favorecer la participación de otros sectores sociales. Los
nuevos propietarios aumentaron las exigencias que la Iglesia imponía sobre la tierra, lo que desembocó
en una constante fuente de malestar social.
Para hacer frente a la guerra carlista, el gobierno de Mendizábal ordenó la movilización masiva,
aunque ésta era redimible en metálico; encargó el mantenimiento del orden interior a la guardia nacional
y concertó un empréstito para financiar los gastos militares (en contra de las promesas que
hizo a las Cortes al obtener poderes extraordinarios). La reforma militar encalló cuando la reina se
negó a aceptar la renovación de cargos militares propuesta por el ministerio.
La dimisión del presidente, su sustitución por rivales políticos (Istúriz), las divisiones en el seno
del liberalismo progresista y la creciente exigencia de reimplantar la Constitución de 1812, desembocaron
en el Motín de los Sargentos de la Granja, que reimplantó “La Pepa”, abriéndose unas nuevas
Cortes de acuerdo con los principios de 1812, con mayoría progresista. Las Cortes promulgarán una
nueva constitución que adaptaría los principios del 12 a la realidad del 37.
La Constitución de 1837 hablaba de soberanía nacional, aunque la hacía residir en el rey y en las
Cortes, otorgando al monarca un amplio espectro de atribuciones (suspender la legislación, disolver
las Cortes, convocar elecciones, iniciativa legislativa y una función moderadora entre las facciones
políticas). El poder legislativo residía en un sistema bicameral: El Senado era de designación real y
el Congreso era elegido por sufragio censitario (500.000 electores), con circunscripción provincial
(1 diputado por cada 50.000 habitantes). Se afirmaba la confesionalidad del Estado y se incorporaba
una explícita declaración de derechos (10 de 77 artículos).
Tras la aprobación de la Constitución de 1837 se abre un periodo que marcará una serie de constantes
en el liberalismo hispano. Por una parte, los partidos políticos empiezan a adquirir contornos
más precisos: moderados y progresistas sostendrán principios liberales y apoyarán a la monarquía,
aunque diferirán en aspectos sustanciales de la construcción del estado: milicia nacional, ayuntamientos,
sufragio, etc. Por otra, los avatares de la guerra carlista pondrán a los militares en una atalaya
privilegiada para la acción política. Así, asistimos a la consolidación de una tutela de los generales
sobre los partidos políticos, tutela fundamental ante la incapacidad del liberalismo español de
consolidar un sistema de alternancia que elimine la necesidad de recurrir al pronunciamiento militar
(algo que sólo se logrará a partir de 1875). El tutelaje que Narváez va a ejercer sobre los moderados –
y que se apreciará durante el gobierno de Ofalia- o, sobre todo, Espartero sobre los progresistas,
revelan alguno de los rasgos más característicos del sistema político que se desarrollará a lo largo del
reinado de Isabel II (1833-1868).
Van a ser algunas de estas señas de identidad del sistema político isabelino las que se muestren
en la caída de la regente y en la sustitución de ésta por Espartero. La aprobación por las Cortes de
1840, de mayoría moderada, de una ley de ayuntamientos que pretendía hacer de estos entidades
designadas por el gobierno central, hizo estallar una violenta oposición progresista. En la propuesta
chocaban dos concepciones del poder: los moderados, aspiraban a implantar en España un modelo
centralista al modo francés; los progresistas, defendían el modelo electivo de 1837, que les había
permitido hacer de los ayuntamientos pilares de su poder territorial; ambos, aspiraban a un modelo
que les facilitara la conservación del poder. Se inició un movimiento revolucionario en todo el país,
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 11 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
impulsado por los ayuntamientos progresistas que apuntaban directamente a la regente y aclamaban
al general Espartero (vencedor ya de la guerra carlista). La firma de la ley por la regente, llevó al general
a dimitir de sus cargos. Los intentos de María Cristina de obtener el apoyo de Espartero fracasaron
y, ante la amenaza progresista de cuestionar su papel constitucional y de revelar su matrimonio
secreto, abandonó España en octubre. De este modo, los progresistas se hacían con la regencia
en la figura de Espartero y establecían un peligroso precedente de insurrección en oposición a
una legislación no deseada aprobada por las Cortes competentes.
El cambio de regente no estuvo exento de problemas. Dos bloques se enfrentarán en su modelo
de regencia: los unitarios y los trinitarios. Los primeros apoyaban al general Espartero para que
ocupara el cargo; los segundos entendían más estable una regencia compartida. Mientras los progresistas
se dividían en apoyo de ambas opciones, los moderados impulsaron la opción unitaria,
convencidos de que la personalidad de Espartero –ambicioso y orgulloso- iría en demérito de la institución.
La negativa de Espartero a compartir la regencia, sus modos autoritarios, le enemistaron a
amplios sectores del partido progresista, oposición que se uniría a la ya anterior moderada.
Muy pronto la posición del regente mostraría su debilidad. En 1841, el general Diego de León
protagonizó un golpe en apoyo del retorno de la regente, María Cristina. Aunque el golpe fracasó y
el general fue fusilado, evidenció las diferencias que en torno a la figura de Espartero existían en el
seno del ejército. Ese mismo año, la aprobación de la Ley arancelaria que defendía la aplicación de
una política librecambista, desató protestas entre los defensores del proteccionismo para la producción
catalana. Las protestas de Barcelona fueron respondidas por el regente con el bombardeo de la
ciudad, lo que reveló la incapacidad de Espartero para dar respuestas no militares a los problemas
de orden público. Los sucesos de Barcelona enemistaron definitivamente al progresismo catalán
con el regente y ahondaron la soledad de Espartero.
La oposición entre el regente y las Cortes se hizo evidente en 1843. Ese año, Espartero sostuvo a
un gobierno a cuyos miembros no se les admitía en el Parlamento. El empecinamiento de Espartero
hizo posible el entendimiento entre progresistas y moderados contra el regente. El grito del líder
progresistas Olózaga: “¡Dios salve al país! ¡Dios salve a la reina! dio inició a un movimiento revolucionario
que se extendió por todo el país obligando a Espartero a abandonar el país. Con esta huida
finalizaba el periodo de regencias, admitiendo las Cortes en 1843 la mayoría de edad de Isabel II.

12.1. El reinado de Isabel II. La oposición al liberalismo: Carlismo y guerra civil. La cuestión foral

El origen aparente del carlismo es un problema dinástico, Felipe V siguiendo la tradición francesa
había implantado la Ley Sálica (1713) que impedía gobernar a las mujeres en contra de la propia
tradición española. A pesar de haber sido abolida la Ley por Carlos IV (1789), los partidarios de otro
Carlos, el hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, insiste en que vuelva a instaurarla para
poder acceder él al trono en perjuicio de Isabel, la hija de Fernando VII que, sin embargo, acabaría
sucediendo a su padre aunque bajo la regencia de su madre Mª Cristina de Borbón.
El carlismo, palabra derivada del nombre del hermano de Fernando VII, se basaba en principio
en este pleito dinástico. Sin embargo otros aspectos de su doctrina jugarían un papel decisivo en su
implantación: defensa de los fueros, leyes particulares e históricas de algunos territorios hispánicos
que las habían perdido con los borbones o habían quedado amenazados tras Cádiz los vascos y navarros;
catolicismo tradicional, defensa del sistema histórico de posesión de la tierra; apoyo al absolutismo
monárquico, etc.
Se puede decir, por lo tanto, que el carlismo constituyó durante todo el siglo la versión española
del tradicionalismo europeo que se oponía a elementos típicos del s. XIX como el liberalismo económico
y político, la irreligiosidad, e incluso, la industrialización y el urbanismo.
La cuestión foral fue, sin duda, fundamental. El liberalismo era fuertemente centralizador y contrario,
al menos teóricamente, a cualquier tipo de privilegios en el plano personal, económico o institucional.
Los gobiernos autonómicos, las exenciones fiscales, la aplicación de la justicia con jueces
propios y según las leyes tradicionales, y la exención de quintas en el servicio militar, formaban parte
de estos regímenes peculiares que habían mantenido sus diferencias con el resto de las regiones españolas.
En Guipúzcoa, Álava y Vizcaya la conciencia foral estaba fuertemente arraigada y lo mismo
ocurría en Navarra cuyo sistema de autogobierno era más fuerte que en las llamadas Provincias
Exentas por su peculiar régimen fiscal.
Hay que destacar, sin embargo, que en los territorios donde cuajó el levantamiento había de
igual forma un foralismo que era de signo liberal y que se manifestó, reiteradamente, a favor de la
causa isabelina. Tal fue el caso, por ejemplo, de la villa de Bilbao, que solicitó a las Cortes, después
de haber resistido dos asedios del ejército carlista, la conservación de los fueros.
Hay que decir, finalmente, que los fueros vascos y navarros fueron derogados tras la primera
gran derrota carlista en 1839 y 1841 como en el s. XVIII lo habían sido los fueros de la Corona de Aragón
tras la victoria del pretendiente francés en la Guerra de Sucesión. En 1888 se convino que se
añadirían al Código Civil entonces publicado las instituciones forales que conviniera salvaguardar
siempre que éstas no hubieran sido derogadas por leyes generales y se sometieran, además, a la jerarquía
de dicho Código aunque en fecha tan tardía como 1931 sólo Aragón había visto publicado su
apéndice.
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 8 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
Comienzan ahora tres guerras que abarcarán todo el siglo XIX, especialmente la primera.
Primera: 1833-1840.
Hay tres zonas con mucha influencia carlista. El P. Vasco y Navarra (Zumalacárregui), Cataluña
(Conde de España) y Maestrazgo (Cabrera). Como se ve el primer problema que tienen es que son
tres focos, sobre todo los más importantes, separados entre sí y con relación a otras partidas aisladas
como las dirigidas por el cura Merino en Castilla la Vieja. El resto del país es predominantemente
liberal sobre todo en las grandes capitales lo que se traduce en las dimensiones de los ejércitos:
72.000 carlistas contra 220.000. liberales.
En esta primera guerra hay cuatro grandes fases:
1: importante en el País Vasco y Navarra las únicas zonas en que los soldados dependen de las autoridades
provinciales, que son carlistas, y no de los generales, mayoritariamente liberales tras la depuración
de los carlistas.
2: salvo las capitales todo el P. Vasco está sublevado y se producen importantes victorias carlistas así
como fracasos como la propia muerte de Zumalacárregui en el sitio de Bilbao. Es el momento, también,
en que se forman los ejércitos de Cataluña y Maestrazgo.
3: los carlistas forman pequeñas columnas de soldados muy móviles que partiendo del P. Vasco y
Navarra van a intentar ampliar su territorio uniendo los distintos focos entre sí y conquistando otras
zonas del país. Una de estas expediciones, la del pretendiente logrará llegar a Madrid estableciéndose
comunicaciones entre aquél y la regente para un arreglo pacífico mediante el matrimonio de
sus hijos, algo que los liberales no aceptan.
4: empiezan a triunfar las tropas liberales al mismo tiempo que comienzan las luchas internas entre
carlistas: transaccionales, partidarios de la paz, y apostólicos a favor de seguir con la guerra. Los generales
apostólicos serán fusilados y el jefe de los transaccionales, Maroto, firmará la paz en Vergara.
Mediante ésta los carlistas se desarman y son reintegrados al ejército liberal al mismo tiempo que se
reconocen los fueros vascos.
5: el general Cabrera vencido en el Maestrazgo es el único que sigue luchando aunque poco a poco
va siendo empujado hacia el Norte hasta tener que atravesar la frontera francesa con miles de soldados
que, como él, no aceptaron el acuerdo de Vergara.
Segunda: 1846-1849.
Se la llama la guerra de los madrugadores, tiene especial importancia en Cataluña y se produce
tras el fracaso de la boda Isabel II y Carlos VI. Se forman partidas que llegan a conquistar núcleos
de cierta importancia como Igualada o Reus.
De nuevo es Cabrera el que se pone al frente de las tropas aunque rápidamente los indultos ofrecidos
por el gobierno, a los que aquél responderá con fusilamientos, debilitando la fidelidad de sus
tropas por lo que, herido, se retirará a Francia.
Tercera: 1872-1876.
Hay movimientos de tropas en el Norte y en Cataluña llegándose a conquistar Estella y volver a
sitiar Bilbao aunque los liberales consiguen vencer rápidamente.
En este momento se recrudece con la toma de Olot y la Seo de Urgel la guerra en Cataluña teniendo
éxitos también en zonas del Centro como la toma de Cuenca donde los carlistas quedaron
marcados por la ferocidad de sus actos.
La vuelta a la legalidad que para muchos supuso la restauración borbónica de Alfonso XII provoca
numerosos cambios de bando pues bastantes se habían pasado a las filas del carlismo tras la
expulsión de Isabel II. Se produce la derrota de las tropas catalanas primero y de las navarras después.

lunes, 22 de febrero de 2010

Paus Ingles comunidad de Madrid resueltas de todos los años!!!


Paus Ingles comunidad de Madrid resueltas de todos los años!!!

Aquí de un enlace para que os bajéis todas las paus de todos los años resueltas desde el año 2000 hasta el 2010 asi los que tengais problemas al estar resueltas todo sera mas facil...

Link: Examenes pau ( todos los años resueltas )

sábado, 6 de febrero de 2010

11.3. Fernando VII: Absolutismo y liberalismo. La emancipación de la América española

Absolutismo y liberalismo
Tras la marcha de los franceses, Fernando VII regresa a España como rey tras devolverle Napoleón
la Corona por el Tratado de Valençay. Su reinado se divide en tres grandes periodos marcados
por la lucha entre liberales y absolutistas que serán los que den casi en exclusividad el tono general
del reinado.
Sexenio absolutista 1814-1820
En 1814, los absolutistas lanzan el Manifiesto de los Persas (llamado así por una cita erudita al
comienzo del Manifiesto: “Era costumbre de los antiguos persas pasar cinco días en anarquía...”)
continuación de la política realista en las Cortes de Cádiz y muestra de lo que iba a ser el pensamiento
del Rey que aprovechará este momento para suprimir ,en mayo de 1814 (Decreto de Valencia),
la Constitución y las leyes económico- sociales elaboradas en Cádiz lo que significa la persecución
de los liberales que, agrupados ahora en sociedades secretas o en la masonería, intentarán a su
vez imponerse mediante pronunciamientos militares: Espoz y Mina, Porlier..
Todos ellos reflejan el interés de la burguesía en mantener las reformas económicas y sociales gaditanas,
especialmente las relativas a los cambios en la propiedad de las tierras, algo que se juzgaba
necesario, entre otras cosas, para crear el mercado interior imprescindible para el triunfo de la industrialización.
Trienio liberal: 1820-1823:
Será, por fin, el comandante Rafael Riego el que en 1820 y con un ejército destinado a acabar con
la revuelta americana el que consiga imponer, de nuevo, el liberalismo. Esto se lleva a cabo en las
Cortes de 1820 donde se vuelve a insistir en desamortizar las tierras de concejos y monasterios (los
que tengan menos de 24 miembros), en abolir las aduanas interiores así como en restablecer las libertades
implantadas en Cádiz o en acabar con la Inquisición, etc.
Ahora son los absolutistas los que pasan a la oposición. Su mayor apoyo vendrá del exterior: en el
Congreso de Viena los miembros de la Santa Alianza, aquellos países conjurados para impedir nuevos
brotes revolucionarios tras la desaparición de Napoleón (Austria, Prusia, Rusia, Francia), deciden
enviar un ejército de 100.000. hombres (los Cien Mil hijos de San Luis pues eran franceses) que
al mando del Duque de Angulema expulsan a los liberales del poder permaneciendo cinco años en el
país ocasión aprovechada por el Rey para declarar nulo todo lo hecho durante el trienio.
Los partidarios del absolutismo conocerán una ruptura importante entre moderados (doceañistas
por el año de la Constitución) y exaltados (el propio Riego), es decir entre partidarios de aplicar más
o menos deprisa las reformas económicas y políticas, división que perdurará durante buena parte del
siglo y que en este momento facilita aún más la tarea de las tropas francesas.
Ominosa Década. 1823-1833
A pesar de que no se vuelve a resucitar la Inquisición, la persecución llevada a cabo por el ministro
Calomarde fue feroz contra oficiales, funcionarios y políticos liberales. Es una época en la que
muchos optarán por el exilio desde donde conspirarán contra el Rey: el hecho de que en Londres
hubiera en la época siete periódicos en castellano da idea de la amplitud del fenómeno.
La persecución y el exilio hacen menos importante la oposición interior aunque siguen produciéndose
intentos fracasados de imponer el liberalismo a través de las sociedades secretas. Más claro
aparece aquél en el teatro romántico o en los artículos críticos con las costumbres de la época como
los célebres de Mariano de Larra .
Por otra parte los gobiernos absolutistas siguen peleando con la ruina económica del país que
tiene una Deuda Pública cada vez mayor. Hay, sin embargo, síntomas de recuperación en las rotu-
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 6 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
raciones de nuevas tierras, el impulso a la industria nacional, traducido en la aparición del primer
alto horno en Marbella, la apertura de la Bolsa en Madrid o la mecanización de las industrias textiles
catalanas.
La Emancipación
Antecedentes.
Dos grupos de factores vamos a analizar para entender las causas del fenómeno, internos: las colonias
americanas desean una mayor libertad comercial (contra monopolios), un mejor desarrollo
interno y que cambie la fiscalidad de la Corona española. Al mismo tiempo se produce el alejamiento
de la metrópolis de un grupo, los criollos, que se va a constituir en la base de la independencia.
Este grupo formado por los colonos americanos más ricos y los mandos intermedios del ejército,
que no podía mantenerse sólo con peninsulares, quiere llegar a los primeros puestos y cargos del escalafón
político-administrativo algo a lo que se oponen los peninsulares allí establecidos.
A pesar de todo esto en un primer momento lo que más va a pesar es el gran vacío de poder
abierto en España tras la invasión francesa.
El segundo grupo son los externos. El más importante es la influencia de Gran Bretaña. Con
este país existe una antigua relación económica que data de los tiempos del Tratado de Utrecht
(1713) que autorizaba a un navío de esta nacionalidad a romper el férreo monopolio del comercio español.
Gran Bretaña quiere que los territorios americanos alcancen su independencia para constituir
un nuevo mercado, basado en premisas liberales, que controlarían ellos.
También es fundamental la propia revolución francesa que difunde y fomenta los deseos de libertad
del continente: muchos de los libertadores, Simón Bolívar por ejemplo, habían tomado conciencia
de su situación en la propia nación francesa. A destacar el papel que las sociedades secretas juegan
en la difusión de las ideas revolucionarias.
Finalmente las guerras europeas, especialmente las napoleónicas, y luego las civiles hicieron que
la metrópolis quedara exhausta contribuyendo así al éxito de la Emancipación.
Desarrollo del proceso
Hay dos etapas en las colonias americanas tras la invasión francesa:
1. 1808-1814: se forman juntas como en España que proclaman su adhesión a Fernando VII, de
hecho mandan representantes a las Cortes de Cádiz, y su rechazo a José I. Cuando éste se afiance
comenzarán las primeras independencias que se retirarán al volver Fernando VII salvo en el caso de
la Argentina del general José de San Martín. En esta primera época destacan los caudillos mexicanos
los curas Hidalgo y Morelos, que fueron fusilados, así como el venezolano Simón Bolívar
2. 1814-1824: al confirmarse que el Rey es absolutista se van a producir como en España numerosos
pronunciamientos que ya no quieren sólo un régimen liberal sino la independencia de España
por la que luchan apoyados en Gran Bretaña y, ahora, en los EE.UU cuyo presidente Monroe es
autor de la célebre frase América para los americanos.
Existen varios de tipos de planteamientos desde el moderado mexicano que quiere mantener lazos
con España (de hecho se le ofrece la Corona al Rey pero éste la rechaza), los monárquicos independentistas
de S. Martín y Belgrano en Argentina o los claramente republicanos que acabarán
siendo todos (menos Brasil) por la influencia de EE.UU. y Francia.
Hay que destacar los intentos de Bolívar de crear grandes unidades para ser fuertes frente al vecino
del Norte pero el influjo de EE.UU y la corta visión de los gobernantes hace que éstas unificaciones
no pasen de temporales (Confederación de la Gran Colombia, Confederación Centroamericana,
Confederación Andina) ya que enseguida empiezan a luchar por los límites fronterizos, irrelevantes
en época española.
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 7 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
Consecuencias
En América se asiste a una época de grandes sufrimientos por las numerosas guerras que se producen
entre estados e internamente algo que llevará a los militares al poder lo que contradecía la
idea de libertad. Tampoco será tan beneficiosa para ellos la libertad económica y sí para EE.UU. y
Gran Bretaña.
España pierde todas las colonias salvo Cuba y Puerto Rico y tiene una importante quiebra fiscal
así como sufre la desaparición de mercados reservados a los españoles y materias primas básicas para
la economía peninsular.

11.2. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

El desarrollo de la revolución liberal en España corrió parejo a la Guerra de la Independencia. El
paralelismo entre ambos fenómenos fue reconocido de manera temprana, apenas una década después
de finalizada la guerra, cuando el conde de Toreno, uno de los principales actores revolucionarios,
publicó su obra Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. Los vínculos entre
Revolución y Guerra otorgaron a la primera unas características particulares. La primera manifestación
plenamente revolucionaria fue la asunción del principio de soberanía nacional, principio que en
el caso hispano se relaciona directamente con las abdicaciones de Bayona y la inhibición de las instituciones
tradicionales –Junta de Gobierno y Consejo de Castilla– ante el nombramiento de José
Bonaparte como rey de España. La negativa popular a aceptar los sucesos de Bayona –perfectamente
legales bajo las pautas del Antiguo Régimen, al menos en su aspecto formal– llevó a considerar
imposible el ejercicio real de la soberanía y a entender que tales circunstancias forzaban la adopción
del principio de soberanía nacional como base de la actividad antifrancesa. Así, numerosas juntas
locales, que agrupaban a lo más granado del lugar – ilustrados, aristócratas, eclesiásticos, militares,
autoridades locales, etc.– se consideraban legitimadas por la nación para encabezar la sublevación
contra los franceses. Los avatares de la guerra, que llevaron a los ejércitos de Castaños a ocupar
Madrid tras el triunfo en Bailén, favorecieron la centralización de las distintas juntas en una Junta
Central Suprema Gubernativa del Reino, proceso centralizador ya iniciado con anterioridad al reunirse
las juntas locales en juntas provinciales.
La Junta Central Suprema, presidida inicialmente por Floridablanca, tuvo temprana conciencia
de encarnar la soberanía nacional, adoptando incluso el título de Majestad en el tratamiento que se
dispensaba. Tres funciones ocupaban la actividad de la Junta Central: 1) Dirigir la guerra, 2) Gobernar
el Reino –ejemplo de estas actividades directoras fue la firma del tratado de alianza con Inglaterra
frente a Francia, de indudable importancia en el desarrollo del conflicto– y 3) Convocar
Cortes.
La convocatoria de Cortes se hacía necesaria en la búsqueda de la legitimidad de la actuación de
la Junta Central. Las Cortes eran una institución tradicional del Antiguo Régimen, representación
de los distintos estamentos del Reino e interlocutoras directas del Rey; eran, por tanto, la encarnación
tradicional de la nación. Sin embargo, las posturas ante la convocatoria de Cortes y en cuanto a
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 3 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
sus actividades no eran unánimes. Podemos distinguir tres grandes grupos, que variaban en su concepción
de las Cortes, sobre todo ante el crucial asunto de dotar de una Constitución a España. Un
primer grupo lo formaban los absolutistas, defensores de la soberanía real y contrarios, por tanto, a
la solución constitucional. El segundo grupo lo formaban los jovellanistas –que reciben este nombre
derivado de su principal representante, el ilustrado Jovellanos–. Para estos, la constitución de un
país era fruto de su historia y ninguna generación podía arrogarse el derecho de modificar lo que la
historia había destilado. Entendían que la soberanía la compartían igualmente el Rey y las Cortes, y
que sólo tres siglos de absolutismo de Austrias y Borbones habían oscurecido este hecho, que aspiraban
a rescatar. Por último, los liberales defendían abiertamente el principio de soberanía nacional
y la potestad de las Cortes para sancionar una constitución, que no sería otra cosa que la puesta negro
sobre blanco de la secular y no escrita constitución hispana.
La convocatoria de Cortes no estuvo exenta de dificultades. El desarrollo de la guerra forzó a la
Junta a huir, primero a Sevilla y luego a Cádiz, ciudad donde finalmente se reunirán las Cortes. Los
distintos miembros de la Comisión de Cortes, encargada por la Junta de preparar la convocatoria
de Cortes y encabezada por Jovellanos, no tenían un criterio unánime. Ni la organización ni la composición
de las Cortes resultaban claras. Algunos, encabezados por Jovellanos, defendían unas Cortes
bicamerales, separando a los privilegiados de los populares; otros postulaban la reunión conjunta
de todos los diputados. La Junta Central resolvió, salomónicamente, que fuesen los representantes
de los tres estados reunidos los que decidiesen entre una y dos cámaras.
En 1810, se publica la convocatoria de Cortes, que combinaba la representación estamental con
la de la colectividad, representación esta última que se obtendría por sufragio universal indirecto en
tres niveles – parroquia, partido y provincia– de los mayores de 25 años. Sin embargo, las circunstancias
bélicas impidieron que muchos diputados elegidos pudiesen llegar a Cádiz. Sus puestos fueron
cubiertos por residentes en la población gaditana, que fuesen originarios de las provincias que
carecían de representación. Este hecho permitió que las Cortes gaditanas dispusiesen de una mayoría
liberal que no se correspondía con la situación existente en el país, mayoritariamente analfabeto y
sin ideas políticas definidas.
Las Cortes se declararon rápidamente soberanas y exigieron a la Regencia, que había sustituido
en sus labores a la Junta Central Suprema, que reconociese esta realidad. La negativa del obispo de
Orense, presidente de la Regencia, a aceptar otra soberanía que no fuese la del rey, llevó las Cortes a
nombrar una nueva Regencia
La actividad de las Cortes de Cádiz se centró en dos grandes ámbitos: elaborar una Constitución
y acabar con los vestigios del Antiguo Régimen. Ambos procesos corrieron parejos, pero vamos
a detenernos primeramente en los decretos que desde 1810 a 1813 fueron elaborando las Cortes y
que acababan con instituciones tradicionales del Antiguo Régimen. El primero de los decretos destacados
fue la proclamación de la libertad de imprenta y la eliminación de la censura previa, hecho
desconocido en la Historia de España y que suponía una clara apuesta por las posiciones liberales,
que exigían la libertad de expresión. En 1811, las Cortes decretarán la abolición del régimen señorial
y de los señoríos jurisdiccionales. Este decreto convertía en propiedad privada individual aquellas
tierras de la nobleza en las que esta sólo tuviese derechos territoriales; abolía la justicia señorial y
considerada extinguidos los señoríos jurisdiccionales, que se incorporaban a la nación. Los señores
eran los que debían probar las características territoriales de sus señoríos, considerándose, en caso
de que no pudieran probarlo, que eran señoríos jurisdiccionales.
En 1813, las Cortes de Cádiz abolirán el Tribunal de Inquisición, quizás la institución que más
claramente representaba el Antiguo Régimen. Igualmente, las Cortes aprobaron un decreto de desamortización
de tierras eclesiásticas, en concreto aquellas de las Órdenes Militares, así como las de
los jesuitas. Este decreto, unido a la supresión de los mayorazgos inferiores a los tres mil ducados de
renta anual y a la reglamentación para el futuro de los límites económicos de las vinculaciones, buscaba
introducir en el mercado una gran cantidad de tierras que se encontraban fuera de este, bien
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 4 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
por ser bienes de manos muertas, bien por encontrarse vinculadas por el mayorazgo. El decreto
buscaba obtener apoyo popular a las medidas de las Cortes gaditanas, al igual que la transformación
de los señoríos territoriales en propiedad privada suponía acercar a la aristocracia a los ideales liberales;
a los decretos desamortizadores y desvinculadores les movía «el deseo de constituir un nuevo
cuerpo político de ciudadanos iguales en sus derechos, y liberados de las cargas del despotismo y del
feudalismo de los siglos precedentes», en palabras del historiador Pérez Ledesma. La tarea de reformar
en profundidad el Antiguo Régimen se completó con la abolición, también en 1813, del régimen
gremial.
Sin embargo, la obra fundamental de las Cortes de Cádiz fue, sin duda, la Constitución de 1812,
«la Pepa», llamada así por aprobarse el 19 de marzo de 1812. La Constitución fue una de las primeras
aprobadas en el mundo, sólo antecedida por la norteamericana y las de la Revolución Francesa, y fue
modelo para el constitucionalismo posterior, tanto español como de otros países.
La Constitución sancionaba el principio de soberanía nacional, estableciendo una marcada división
de poderes, con un claro predominio del poder legislativo. El poder legislativo lo ejercían las
Cortes, Cortes elegidas por sufragio universal masculino indirecto, monocamerales, que se reunían
una vez al año y que establecían el mecanismo de la Diputación permanente para el período entre
sesiones. Para ser elegido diputado se exigía una renta mínima y se excluía de esta posibilidad a los
eclesiásticos. La monocameralidad pretendía evitar que una cámara de privilegiados impidiese el
trabajo legislativo de la cámara popular. La convocatoria anual, así como la creación de la Diputación
permanente, buscaba evitar que el Rey pudiese impedir la convocatoria de las Cortes.
El poder ejecutivo recaía en el Rey, quien contaba también con iniciativa legislativa. Disponía de
veto suspensivo sobre los acuerdos de las Cortes por dos ocasiones, convirtiéndose el proyecto en
ley tras una tercera aprobación por las Cortes. Sin embargo, la actividad ejecutiva del monarca no
era ilimitada, pues se exigía que sus actos tuviesen refrendo ministerial, es decir, que estuviesen firmados
por un Secretario de Despacho, quien se hacía responsable ante las Cortes.
El poder judicial recaía en los tribunales, que juzgarían de acuerdo con una legislación idéntica
para todos los españoles.
La Constitución recogía, diseminados a lo largo de todo el texto, un nutrido número de derechos
individuales. El reconocimiento de la libertad civil, el derecho a la propiedad individual, a la
educación, a la libertad de imprenta, a la inviolabilidad del domicilio, entre otros, aparecían recogidos
a lo largo del texto constitucional. La Constitución de Cádiz se presentaba a sí misma como la
plasmación de las leyes tradicionales de España, por lo que va a eludir la reunión de todos los derechos
en un título constitucional, hecho este que pondría de relieve con más claridad el carácter revolucionario
del texto gaditano.
La Constitución de Cádiz organizará el Estado bajo la fórmula de monarquía constitucional,
inspirada evidentemente en la constitución francesa de 1791. De igual forma, el texto gaditano sancionará
un Estado fuertemente centralizado, en un intento de llevar la uniformidad legislativa a todos
los rincones de España y de romper con las diferencias territoriales características del Antiguo
Régimen. Así, se planteaba una nueva división provincial, que buscaba racionalizar la complicada
división territorial heredada. Cada provincia se dirigiría por un representante del gobierno central,
lo que garantizaría que las medidas adoptadas en la capital pudiesen imponerse en todo el país.
Junto a estas medidas de orden político, la Constitución de Cádiz aprobará otros puntos de indudable
interés: la obra gaditana proclamaba el catolicismo como única confesión permitida, reorganizaba
las Fuerzas Armadas, creando la Milicia Nacional, un nuevo cuerpo de ciudadanos armados
con la misión de defender el régimen constitucional de sus enemigos interiores; también sancionaba
la obligación del poder político de dotarse de un presupuesto riguroso de ingresos y gastos.