domingo, 28 de febrero de 2010

12.1. El reinado de Isabel II. La oposición al liberalismo: Carlismo y guerra civil. La cuestión foral

El origen aparente del carlismo es un problema dinástico, Felipe V siguiendo la tradición francesa
había implantado la Ley Sálica (1713) que impedía gobernar a las mujeres en contra de la propia
tradición española. A pesar de haber sido abolida la Ley por Carlos IV (1789), los partidarios de otro
Carlos, el hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, insiste en que vuelva a instaurarla para
poder acceder él al trono en perjuicio de Isabel, la hija de Fernando VII que, sin embargo, acabaría
sucediendo a su padre aunque bajo la regencia de su madre Mª Cristina de Borbón.
El carlismo, palabra derivada del nombre del hermano de Fernando VII, se basaba en principio
en este pleito dinástico. Sin embargo otros aspectos de su doctrina jugarían un papel decisivo en su
implantación: defensa de los fueros, leyes particulares e históricas de algunos territorios hispánicos
que las habían perdido con los borbones o habían quedado amenazados tras Cádiz los vascos y navarros;
catolicismo tradicional, defensa del sistema histórico de posesión de la tierra; apoyo al absolutismo
monárquico, etc.
Se puede decir, por lo tanto, que el carlismo constituyó durante todo el siglo la versión española
del tradicionalismo europeo que se oponía a elementos típicos del s. XIX como el liberalismo económico
y político, la irreligiosidad, e incluso, la industrialización y el urbanismo.
La cuestión foral fue, sin duda, fundamental. El liberalismo era fuertemente centralizador y contrario,
al menos teóricamente, a cualquier tipo de privilegios en el plano personal, económico o institucional.
Los gobiernos autonómicos, las exenciones fiscales, la aplicación de la justicia con jueces
propios y según las leyes tradicionales, y la exención de quintas en el servicio militar, formaban parte
de estos regímenes peculiares que habían mantenido sus diferencias con el resto de las regiones españolas.
En Guipúzcoa, Álava y Vizcaya la conciencia foral estaba fuertemente arraigada y lo mismo
ocurría en Navarra cuyo sistema de autogobierno era más fuerte que en las llamadas Provincias
Exentas por su peculiar régimen fiscal.
Hay que destacar, sin embargo, que en los territorios donde cuajó el levantamiento había de
igual forma un foralismo que era de signo liberal y que se manifestó, reiteradamente, a favor de la
causa isabelina. Tal fue el caso, por ejemplo, de la villa de Bilbao, que solicitó a las Cortes, después
de haber resistido dos asedios del ejército carlista, la conservación de los fueros.
Hay que decir, finalmente, que los fueros vascos y navarros fueron derogados tras la primera
gran derrota carlista en 1839 y 1841 como en el s. XVIII lo habían sido los fueros de la Corona de Aragón
tras la victoria del pretendiente francés en la Guerra de Sucesión. En 1888 se convino que se
añadirían al Código Civil entonces publicado las instituciones forales que conviniera salvaguardar
siempre que éstas no hubieran sido derogadas por leyes generales y se sometieran, además, a la jerarquía
de dicho Código aunque en fecha tan tardía como 1931 sólo Aragón había visto publicado su
apéndice.
HISTORIA DE ESPAÑA
CURSO 2009/2010
PÁGINA 8 DE 53
TEMAS SEGUNDA EVALUACIÓN
Comienzan ahora tres guerras que abarcarán todo el siglo XIX, especialmente la primera.
Primera: 1833-1840.
Hay tres zonas con mucha influencia carlista. El P. Vasco y Navarra (Zumalacárregui), Cataluña
(Conde de España) y Maestrazgo (Cabrera). Como se ve el primer problema que tienen es que son
tres focos, sobre todo los más importantes, separados entre sí y con relación a otras partidas aisladas
como las dirigidas por el cura Merino en Castilla la Vieja. El resto del país es predominantemente
liberal sobre todo en las grandes capitales lo que se traduce en las dimensiones de los ejércitos:
72.000 carlistas contra 220.000. liberales.
En esta primera guerra hay cuatro grandes fases:
1: importante en el País Vasco y Navarra las únicas zonas en que los soldados dependen de las autoridades
provinciales, que son carlistas, y no de los generales, mayoritariamente liberales tras la depuración
de los carlistas.
2: salvo las capitales todo el P. Vasco está sublevado y se producen importantes victorias carlistas así
como fracasos como la propia muerte de Zumalacárregui en el sitio de Bilbao. Es el momento, también,
en que se forman los ejércitos de Cataluña y Maestrazgo.
3: los carlistas forman pequeñas columnas de soldados muy móviles que partiendo del P. Vasco y
Navarra van a intentar ampliar su territorio uniendo los distintos focos entre sí y conquistando otras
zonas del país. Una de estas expediciones, la del pretendiente logrará llegar a Madrid estableciéndose
comunicaciones entre aquél y la regente para un arreglo pacífico mediante el matrimonio de
sus hijos, algo que los liberales no aceptan.
4: empiezan a triunfar las tropas liberales al mismo tiempo que comienzan las luchas internas entre
carlistas: transaccionales, partidarios de la paz, y apostólicos a favor de seguir con la guerra. Los generales
apostólicos serán fusilados y el jefe de los transaccionales, Maroto, firmará la paz en Vergara.
Mediante ésta los carlistas se desarman y son reintegrados al ejército liberal al mismo tiempo que se
reconocen los fueros vascos.
5: el general Cabrera vencido en el Maestrazgo es el único que sigue luchando aunque poco a poco
va siendo empujado hacia el Norte hasta tener que atravesar la frontera francesa con miles de soldados
que, como él, no aceptaron el acuerdo de Vergara.
Segunda: 1846-1849.
Se la llama la guerra de los madrugadores, tiene especial importancia en Cataluña y se produce
tras el fracaso de la boda Isabel II y Carlos VI. Se forman partidas que llegan a conquistar núcleos
de cierta importancia como Igualada o Reus.
De nuevo es Cabrera el que se pone al frente de las tropas aunque rápidamente los indultos ofrecidos
por el gobierno, a los que aquél responderá con fusilamientos, debilitando la fidelidad de sus
tropas por lo que, herido, se retirará a Francia.
Tercera: 1872-1876.
Hay movimientos de tropas en el Norte y en Cataluña llegándose a conquistar Estella y volver a
sitiar Bilbao aunque los liberales consiguen vencer rápidamente.
En este momento se recrudece con la toma de Olot y la Seo de Urgel la guerra en Cataluña teniendo
éxitos también en zonas del Centro como la toma de Cuenca donde los carlistas quedaron
marcados por la ferocidad de sus actos.
La vuelta a la legalidad que para muchos supuso la restauración borbónica de Alfonso XII provoca
numerosos cambios de bando pues bastantes se habían pasado a las filas del carlismo tras la
expulsión de Isabel II. Se produce la derrota de las tropas catalanas primero y de las navarras después.

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