La II República supone, en su bienio más reformista, la concreción de las propuestas del año
17 en las que nacionalistas, republicanos y movimiento obrero plantearon la posibilidad de un
régimen político menos corrupto y más abierto, de un país más descentralizado y de una
sociedad más justa.
Así tras el paréntesis que supone la Dictadura de Primo de Rivera se intentarán estas
reformas explicitadas en la Constitución de 1931, el Estatuto catalán del 32 y la Ley para la
reforma Agraria principal campo de batalla social.
Sin embargo los nuevos políticos estaban poco habituados al poder y tenían numerosos
enemigos: así la sublevación de Sanjurjo en el 32 o los episodios revolucionarios como el de
Casas Viejas. Será, sin embargo, una decisión del conservador Alcalá-Zamora la que les
desaloje del poder.
La Constitución no pudo ser un texto consensuado entre todos los sectores de la vida
política española, algo especialmente notable al tratar de la denominada cuestión religiosa.
El texto fue redactado por una comisión de las Cortes presidida por el diputado socialista
Jiménez de Asúa quien dio un toque claramente de izquierdas (aunque no socialista) a la
Constitución, algo que tenía en común con casi todas las redactadas en la I Posguerra
Mundial.
Además se caracteriza por ser larga, abundante en declaraciones idealistas, entre ellas, el
pacifismo así como en su voluntad de extender los derechos individuales.
Por lo demás era unicameral en contra de los republicanos de centro como AlcaláZamora o
Martínez Barrio que hubieran querido ver la existencia de un Senado moderador o incluso de
los nacionalistas catalanes que deseaban una segunda cámara de tipo federal. La
importancia del parlamentarismo se hacía coincidir con una magistratura presidencial débil
no elegida por los ciudadanos sino por las propias cortes por el periodo de seis años tiempo
en el que sólo podía disolver dos veces la Cámara aunque en la segunda debía dar cuenta
obligatoriamente al parlamento
Dentro de ella destaca la cuestión religiosa: el Estado se declara no confesional y por primera
vez se plantea denegar, en el plazo de dos años, la manutención al clero. Incluso se plantea
la posibilidad de disolver y nacionalizar los bienes de cualquier orden que pusiera en peligro
el nuevo estado.
Junto a los típicos derechos del liberalismo del XIX (domicilio, circulación, prensa, expresión,
reunión, etc.) se consolida el sufragio universal que ahora se hace también femenino no sin
grandes discusiones.
Se contempla, además, el derecho a la propiedad aunque se supedita ésta a los intereses
generales pudiendo llevarse a cabo expropiaciones cuando aquéllos lo demanden algo
parecido al trabajo que debe ser controlado y regulado por el Estado.
Los Estatutos de Autonomía permitidos, otra gran novedad legislativa, debían ser propuestos
por la mayoría de los ayuntamientos, votados por 2/3 de los habitantes y aprobados por las
Cortes. Son relativamente limitados y se aprobaron tres: el catalán en 1932 y, ya en plena
Guerra Civil, el vasco y el gallego.
El poder legislativo es el más poderoso. Reside en unas Cortes unicamerales elegidas para
cuatro años. Controlan abiertamente al ejecutivo y están complementadas por los
parlamentos regionales y los referéndums. El poder ejecutivo reside en el presidente de la
República que es elegido por las Cortes y no directamente por los votantes. El poder judicial
es independiente y vela por el correcto cumplimiento de las leyes. Se crea por vez primera un
organismo, Tribunal de Garantías Constitucionales que vela porque las leyes respeten la
Constitución.
La República había nacido en medio de un ambiente de entusiasmo y unanimidad que era,
en gran medida, el producto de un cambio en la vida política más trascendental que el propio
cambio de régimen; clima que se disolvería muy pronto por la aparición de los problemas de
orden público y religioso.
La cuestión religiosa comienza con la expulsión a mediados de mes de marzo del arzobispo
de Vitoria y prosigue con la del cardenal Segura, primado de Toledo, más justificada que la
anterior por sus continuas alabanzas a la monarquía, el mes siguiente para concluir el 11 de
mayo con la quema de conventos: más de un centenar de edificios religiosos fueron
quemados y, además, esto quedó en adelante cono conclusión a numerosos disturbios
sociales o políticos.
Este cambio en la vida política influyó en el resultado de las Constituyentes del año 31 con el
aplastante triunfo de las candidaturas de la coalición republicano-socialista. Estos últimos
sacarían más de un centenar de diputados cifra a la que se uniría una cifra parecida
resultante de unir los radical-socialistas, los azañistas de Acción Republicana y los diputados
de la Esquerra catalana.
La coalición republicanos de izquierda-socialistas hará, además de la Constitución, otras
reformas:
Reforma militar: Después de haber comenzado en el gobierno provisional con la Ley del
Retiro suprimió numerosos órganos innecesarios como los Consejos Supremos de Marina y
Guerra reduciendo, por otra parte, el número de efectivos fijados finalmente en 107.000 (por
ejemplo los oficiales de 27.000 pasan a 8.000 y los generales de cincuenta y tantos a 21.
Desaparecen, además, los tribunales de Honor y se deroga la polémica Ley de
Jurisdicciones de 1906. No se logró una eficacia parecida en los aspectos más técnicos y el
ejército siguió teniendo numerosas insuficiencias materiales (“no hay cañones, no hay fusiles,no hay municiones” diría Azaña en el Congreso) y además no se consiguió granjearse la
estima de los oficiales que le acusaban de unilateralidad en sus decisiones con medidas tan
polémicas como la supresión de la Academia de Zaragoza dirigida entones por Franco.
Reforma agraria: la Reforma pretendía reestructurar las tierras de latifundio en España
repartiendo a los campesinos tierras estatales (como querían los socialistas) o bien
entregándoles directamente la propiedad (como deseaban los republicanos) a éstos para
lograr su adhesión a la República, el cese de los conflictos sociales y el aumento de la
productividad.
La ley definitiva tardó mucho en presentarse (casi dos años) por las discusiones en el seno
de la mayoría y el obstruccionismo parlamentario de pequeños grupos de derechas. El golpe
de estado de Sanjurjo impulsa en el verano del 32 un proyecto que, por lo demás era
sumamente complejo.
De este modo aunque se pusieron al servicio del Estado un número no desdeñable de
hectáreas sólo se consiguió instalar en ellas a 4.300 campesinos de los 70.000 pensados.
Reforma educativa: realizada por los ministros Marcelino Domingo y Fernando de los Ríos.
Se trata de un gran esfuerzo presupuestario para crear escuelas y maestros que permitieran
aplicar las directrices de la Constitución en el sentido de posibilitar para todos los niños la
escuela obligatoria que además era mixta, gratuita y laica: no se enseña religión y
desaparecen los crucifijos de las escuelas.
Reforma administrativa: Fueron los catalanes, la Esquerra de Macià, los encargados de
redactar el proyecto que fue elaborado en Nùria en diez días de junio del 31. A partir de ahí
se ralentizaría en el congreso de los Diputados por la oposición de la derecha, el Partido
Radical y y de intelectuales como Ortega y Gasset y sólo la Sanjurjada contribuyó a echarlo
hacia delante aprobándose el 9 de septiembre del 32.
Del texto inicial faltaban numerosas e importantes cuestiones como la referencia a la posible
autodeterminación, la soberanía catalana, la declaración del catalán cono única lengua
oficial, la posibilidad de incorporar otros territorios, etc. Sí que tendrá un notable
autogobierno para Cataluña que por ahora no se extenderá a otros puntos del País Vasco al
ser éste religioso y confesional y muy republicanas las propuestas catalanas.
Hay que decir que este bienio inicial de la República estuvo marcado por numerosos
incidentes como los enfrentamientos de jornaleros y la guardia civil o de asalto en Casas
Viejas que abriría una importante grieta entre los republicanos y el mundo obrero. Además la
coalición en el poder tuvo que hacer frente a un intento de golpe de estado por parte de
generales monárquicos que, al mando de Sanjurjo, proclamaron el estado de guerra en
Andalucía en agosto del 32.
Uno de los aspectos más importantes de la cultura durante la II República es la importante
labor pedagógica desarrollada en el bienio 31-33 por Marcelino Domingo y Fernando de los
ríos como ministros de instrucción pública. Entre ambos construyeron en esos dos años casi
15.000 escuelas nuevas que vinieron a paliar el déficit producido por la disminución de la
enseñanza religiosa al mismo tiempo que ampliaban la oferta de la escuela pública,obligatoria, gratuita y mixta en la línea de la Constitución del 31, escuelas posibles también
gracias a la financiación conjunta con los municipios.
También se produjeron importantes avances en el campo de la enseñanza secundaria
donde, por las razones ya expuestas, se logro duplicar el número de institutos y alumnos.
Hay que destacar que esta política constructora se ralentiza en el bienio 33-35 y sólo se
reactivaría tras la victoria del Frente Popular.
Por lo que respecta a la enseñanza superior se conoce uno de los momentos de mayor
apogeo de la Residencia de Estudiantes creada por la ILE para potenciar contactos entre
aquellos estudiantes de provincias que vinieran a Madrid. Allí coincidieron tres de los más
grandes representantes de la cultura española del s. XX unidos por su común interés por el
movimiento surrealista: el pintor Salvador Dalí que se decantaría posteriormente hacia el
bando nacionalista, el exiliado cineasta Luis Buñuel y el fusilado poeta Federico García Lorca;
los dos últimos habían colaborado antes de la República en un documental, Las Hurdes,
tierra sin pan, que había causado un enorme escándalo (se describía la miseria de esta
comarca cacereña) y que luego harían dos películas bien distintas, La Edad de Oro y El perro
andaluz. Lorca, además, había concebido numerosas obras teatrales de éxito como Bodas
de Sangre, Yerma o La casa de Bernarda Alba.
Otra obra muy importante del período es la creación de bibliotecas ambulantes dedicadas a
fomentar la lectura en los pueblos y ciudades, bibliotecas acompañadas de las denominadas
misiones pedagógicas en las que maestros e, incluso, estudiantes y el cine o el teatro a las
zonas más apartadas.
Mención especial merecen dos grupos de actividad teatral, El Búho de Max Aub y sobre
todo la Barraca dirigida por Federico García Lorca y E. Ugarte que representaban obras del
propio Lorca o de Casona junto a un repertorio tradicional de Calderón, Lope de Vega o
Cervantes.
lunes, 12 de abril de 2010
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