Los antecedentes históricos de las relaciones entre España y la Europa Comunitaria se
remontan a 1962 cuando en un contexto de mayor reconocimiento internacional del estado
franquista, el Ministro de Asuntos exteriores, Fernando Mª Castiella solicitó públicamente la
adhesión. Esta no se consigue y hay que esperar a 1970 para lograr un acuerdo preferencial
con la CEE que facilite la exportación de los productos españoles a estos mercados así
como la formación de un primer grupo de funcionarios expertos en asuntos europeos.
Tras la muerte de Franco y las primeras elecciones democráticas se retoman los intentos por
ingresar en julio del 77 a través del Ministro de la UCD Marcelino Oreja Aguirre,
negociaciones que contaban con el apoyo de los partidos parlamentarios españoles pero
con la oposición de Francia, especialmente preocupada por los problemas agrarios y
pesqueros y, en general, de unos países europeos que como el resto del Mundo sufrían el
impacto de la crisis petrolífera del 73.
La llegada al poder en 1982 del partido socialista, tanto en España como en Francia
(François Miterrand) facilitará los pasos siguientes de la real integración que pasan por la
cumbre de jefes de estado de Stuttgart en la que la RFA, el mayor poder económico
europeo, se niega a aumentar los fondos comunitarios si no se acepta a España y Portugal,
y por la de Fontaineblau donde tras vencer la oposición de Gran Bretaña y encauzar la
posición francesa se decide que los dos países ingresen el 1 de enero de 1986.
Antes de conseguir firmarse el tratado definitivo en Madrid y Lisboa en junio del 86 se
producen los remates de una durísima serie de negociaciones cuyos puntos más candentes
eran la pesca, la agricultura y la ganadería (se temía especialmente su impacto en la PAC por
lo que se impusieron numerosas medidas cautelares traducidas en años de transición hasta
la integración plena de ciertos productos y sectores agrarios); el problema planteado por el
régimen especial canario así como ciertos aspectos de los sectores industriales que serán
definitivamente resueltos tras lo cual la integración se aprueba por unanimidad en el
Congreso y el Senado antes de la ya citada firma final.
La cuestión del actual proceso de integración europea arranca con la aprobación en 1986
del Acta Única, declaración a favor de crear un espacio único en el mundo comunitario
donde personas, capitales y mercancías circularan libremente.
Este espíritu integrador se acrecienta tras la firma en 1992 del Tratado de la Unión Europea
en la ciudad holandesa de Maastricht que preveía mayor cooperación interna y externa así
como el aumento del poder del Parlamento europeo. Pero, sobre todo, dibujaba una unión
monetaria y económica que hiciera posible la aparición de una nueva potencia comparable a
los EEUU o al Japón. Para ello se necesitaba lograr que el máximo número de países
convergieran en cifras muy parecidas en cuanto a déficit público (diferencia entre ingresos y
gastos del Estado (menor al 3%)), inflación (nivel de los precios (no mayor al 1,5% de la
media de los tres mejores)), Deuda del Estado (inferior al 60% del PIB) y tipos de interés
(valor del dinero que se presta por el Estado y la Banca: 2% menor de los tres países más
estables).
Hay que decir a este respecto que casi todos los países de la Unión, con mayores o
menores problemas han logrado cumplir estos objetivos quedándose dentro de la moneda
única, denominada oficialmente euro, salvo Grecia y Gran Bretaña, Dinamarca y Suecia
aunque las tres últimas más por decisión propia que por falta de cumplimiento de las
condiciones económicas.
Para llegar a ello todos los países han debido realizar políticas económicas comunes tales
como recortar los gastos públicos, privatizar las empresas estatales para bajar el déficit entre
gastos e ingresos o ajustar los salarios a la baja para evitar la subida de la inflación (aunque
no esté nada claro que éstos sean la principal causa de la misma). Con ellas se pensaba,
además de ensayar la futura toma en común de decisiones, mejorar la calidad de vida de los
consumidores al ser los productos más baratos y los préstamos más bajos (debido a la
caída en la inflación y en los tipos de interés), hechos ambos que deberían permitir aumentar
el crecimiento económico y por tanto un mayor nivel de empleo (el verdadero problema
europeo del momento) a pesar de que muchas personalidades criticaron el acuerdo y de que
en varios países (especialmente Francia) se aprobó el mismo por un referéndum muy
apretado.
Con la ampliación hacia el Este la Unión Europea pasó a tener 27países miembros y se
encontró con la necesidad de modificar su estructura y normas de funcionamiento
relacionadas con la composición y atribuciones de la Comisión, la unanimidad en la toma de
decisiones sustituida por un principio mayoritario y la ponderación y peso de los países
miembros.
En este sentido entró en vigor en 2000 el Tratado de Niza que adoptó el principio de la no
unanimidad y la idea de que unos estados tomaran decisiones sin la adhesión de los
demás . Estas reformas se estancaron por la gran cantidad de intereses en juego y la acción
del euroescepticismo presente sorprendentemente en algunos de los nuevos países
comunitarios.
Para intentar relanzar la idea de Europa se elaboró una Constitución en 2003 que tuvo que
echarse atrás por la oposición en referéndum de Francia y Holanda aunque España sí había
aceptado el proyecto también en referéndum.
Una versión reducida es el actualmente vigente Tratado de Lisboa: un presidente fijo
nombrado cada dos años y medio (cargo que recayó en el belga Van Rompuy); un
reforzamiento de la figura del Alto Representante para la Política Exterior (la británica Lady
Ashton); un intento de tapar el principal problema de la unión como es la necesaria voz
común en estos aspectos. Y finalmente la desaparición del derecho de veto (2014) sustituido
por la doble mayoría: 55% de los estados con un mínimo de 15 que sumen el 65%. Todo
este proceso se acaba de aprobar en 2009 con Irlanda y Checoslovaquia como últimos
escollos.
La implantación de la democracia en España marcó el comienzo de una política de
acercamiento a Latinoamérica convertida desde entonces en un eje de la política exterior
intentando ser puente entre aquella y la UE.
Desde 1991 se celebran las Cumbres Hispanoamericanas anuales desde la primera en
Guadalajara (México) que sirven fundamentalmente para estrechar relaciones entre los países
miembros e intentar tener una voz común en los problemas del momento.
A partir de ellas se han creado otros organismos para prepararlas y desarrollarlas mejor
como la Secretaría general Iberoamericana, el Fondo Indígena, o la Unión de Ciudades
Capitales Iberoamericanas (UCCI).
España ha logrado tener una creciente influencia en la zona como se ha visto en algunas
situaciones concretas:
Centroamérica: forma parte del grupo de países amigos que ha ayudado a los procesos de
paz en la zona como la ONUCA (misión militar en la zona dirigida por un militar español. O la
MINUCA relacionada con Guatemala.
Cuba: ejerce papel mediador ante la UE aunque dependiendo de qué partido español esté
en el gobierno siendo más intransigente con la Dictadura el Partido Popular y más
pragmático, el PSOE
En general cabe decir que tras el crecimiento que sigue a nuestro ingreso en las CEE ha
habido un incremento sostenido de la ayuda exterior especialmente dirigida a aquellos países
con menor renta. Especialmente destacable fue la solidaridad española hacia Honduras a
propósito de las destrucciones traídas por el huracán Mitch, solidaridad que en fondos de
ayuda al desarrollo alcanzó los 1.500.000.000. de euros en 2007.
Dentro del nuevo marco de cooperación fue muy importante la presencia de empresas
españolas que se establecieron en el área hasta lograr que España fuera el principal inversor
económico sólo por detrás de los USA : datos como las 400 compañías allí presentes y las
2300 empresas en países como Brasil, Argentina, Perú y Chile hablan de la importancia de
un fenómeno que significa el 8% del PIB de la región. Igualmente importante es el flujo de
inmigrantes, especialmente importante desde Latinoamérica a España que contribuyen a
aumentar la riqueza mutua tanto del país de origen con sus remesas como la del destino.
Sin embargo en este proceso general de aportes económicos se observa una
desaceleración de la inversión española en Latinoamérica por la fuerte competencia que
sufre por otros países como China, el cambio de localización de los negocios españoles
orientados ahora también hacia Europa e, incluso Asia o los recelos suscitados por las trabas
legales que países como Venezuela o Bolivia han impuesto a la inversión extranjera.
Otra zona muy importante para la política exterior española es el Magreb. Con Argelia
tenemos una capital dependencia energética pues es nuestro principal suministrador en gas
natural, algo que se hace a través de un gaseoducto construido a través del Mediterráneo
constituyendo una infraestructura notable. España, por ello, ha intentado en todo momento
contribuir a la pacificación de Argelia y su progresiva vuelta a la normalidad democrática.
Marruecos es otro país con el que las relaciones son de especial importancia y ha habido
con él etapas de tensión y la actual más relajada. Entre los factores que marcan las
relaciones habría varios factores:
Es una ruta de inmigración irregular en la Península a la vez que una fuente de emigración de
ciudadanos marroquíes que han llegado a nuestro país.
Ceuta y Melilla son un foco de tensión permanente al reclamar Marruecos su soberanía sobre
ambas. En la actualidad son lugares de fuertes intercambios económicos y humanos.
La ocupación del Sahara Occidental desde 1975 marca otro conflicto al estar Marruecos en
la zona sin hacer el referéndum comprometido con la ONU, consulta que resolvería la
cuestión de la soberanía algo en lo que España guarda una deuda moral con los ciudadanos
autóctonos.
La aparición de yacimientos petrolíferos entre Marruecos y las Canarias que se disputan
Rabat y Madrid.
En general cabe decir que a pesar de tantos contenciosos las relaciones siguen siendo muy
intensas como lo prueban la importante cantidad de firmas españolas con intereses en
Marruecos.
Mauritania está en un plano menor pero también destacado como lugar desde el que se
inician importantes flujos migratorios hacia España algo que se intenta frenar desde nuestro
país con inversiones de ayuda al desarrollo y el reforzamiento policial de las costas lo que ha
hecho que los cayucos vengan de países más al Sur entrando de lleno en zonas cono
Senegal perteneciente al África Subsahariana, algo que también se intenta cortar apoyando
el desarrollo en estas zonas.
A destacar también que las rutas africanas no sólo se relacionan con un desarrollo de la
inmigración ilegal sino que se han convertido en un lugar por el que la influencia del
islamismo radical puede llega a España. Es el caso del atentado a la Casa de España en
Casablanca o el origen norteafricano de la mayoría de los ejecutores del ataque a los
convoyes ferroviarios del 11-m.
Finalmente destacar como áreas de presencia española, el Asia Oriental, más deseo que
realidad pues nuestra relación comercial con aquellos países es claramente desfavorable y
cierto papel jugado en el conflicto del Oriente Próximo con la organización en 1991 de la
Conferencia de Paz en Madrid a la que siguió el nombramiento de M. A. Moratinos como
Alto Representante de la UE para la zona. Recientemente España forma parte de los “cascos
azules” interpuestos entre los integristas de Hezbollah y los soldados israelíes tras la última
guerra entre ambos. Un general de España se ha hecho con el mando de esas tropas.
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buen blog, y cada vez hacen más falta ahora que se acerca poco a poco selectividad.
ResponderEliminarUn saludo de: http://bachilleratoafondo.blogspot.com/