Roma conquistó la Península Ibérica en un largo proceso que se extiende desde el 218 al 19 a.C.
Tres etapas enmarcan este periodo: la II Guerra Púnica (218-202 a.C.), las Guerras Celtíberas
(155-133 a.C.) y Lusitanas (150-139 a.C.), y las Guerras Cántabras (29-19 a.C.). A lo largo de este
tiempo, Roma fue incorporando a su dominio a los distintos pueblos prerromanos, alternando la
presión militar con el pacto político.
Las tradiciones culturales de los distintos pueblos peninsulares se fueron adaptando
progresivamente a las pautas culturales romanas, en un proceso conocido como romanización. El
proceso se extendió a lo largo de todo el periodo de dominación romana y el grado de asimilación de
la cultura romana fue diferente entre los pueblos hispanos.
La más evidente señal de romanización fue la generalización del latín. Si bien durante época
republicana las lenguas iberas eran predominantes, en el Imperio el latín fue desplazando a las
lenguas indígenas, sobre todo entre las elites. Sin embargo, no desapareció un fuerte sustrato
lingüístico prerromano.
El derecho romano se impuso de forma determinante en la Península, modelando las
instituciones políticas, y su influjo se deja sentir hasta la actualidad.
La literatura latina halla también en la Península a algunos de sus autores más destacados como
Séneca, Marcial o Quintiliano.
sábado, 21 de noviembre de 2009
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