La organización social andalusí se articula alrededor de un triple eje: étnico, religioso y jurídico.
Así, se reconocía una minoría de origen árabe que acaparaba las mejores tierras de la Península y los
principales cargos administrativos. Los beréberes se establecieron principalmente en las cuencas del
Duero y del Tajo, manteniendo enfrentamientos con árabes y con muladíes. Por último, la mayor
parte de la población la constituían los muladíes, descendientes de los hispano-godos.
Desde el punto de vista religioso, se diferenciaba entre musulmanes (árabes, beréberes y
muladíes) y dimníes o protegidos (cristianos –mozárabes- y judíos). Estos últimos se hallaban en una
situación de inferioridad social, obligados al pago de impuestos especiales y a portar símbolos de su
inferioridad. Esta desigualdad estimuló el proceso de conversiones al Islam, sobre todo a partir del
siglo IX.
Por último, en al-Andalus se diferenciaba entre libres y esclavos, siendo estos últimos prisioneros
procedentes de las razzias musulmanas o adquiridos en los mercados esclavistas de las grandes
ciudades.
Los musulmanes mejoraron las instalaciones de regadío existentes en la Península, alcanzando
grandes rendimientos hortofrutícolas. El aceite y los cereales se complementaron con nuevos
cultivos: arroz, agrios, algodón y azafrán. La estructura económica se articulaba en torno a las
ciudades con artesanía de damasquinados, pieles, papel o tejidos y el comercio (zocos), con
importantes puertos (Almería, Málaga y Sevilla) que restablecen el comercio con Oriente. Las
actividades se vieron facilitadas por una intensa circulación monetaria de base bimetálica (dirham y
dinar) y una densa estructura urbana (Córdoba llegó a casi 100.000 habitantes)
sábado, 21 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario